Momento de la Doxología al final de la plegaria eucarística. En el término consagración, en sentido que se debe hacer obligatoriamente, es la acción por la cual un sacerdote que celebra el Santo sacrificio de la Misa, convierte las especies del Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo,
¿Cómo se llama el momento en el que el pan y el vino se convierte en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo?
Catholic.net – El lugar de encuentro de los Católicos en la red Autor: | Editorial: Jesús quiso quedarse con nosotros. El pan y el vino se convierten en su Cuerpo y su Sangre.(305ss) (click en la imagen para verla más grande)
Si te interesa ver la imagen para imprimirla da un OBJETIVO HISTORIA PARA CONTAR CON LAS FIGURAS IMANTADAS DESARROLLO DEL TEMA ACTIVIDAD EN EL CUADERNO PROPÓSITO PARA CUMPLIR EN LA SEMANA
Al final de la lección, el niño: -Sabrá que Jesús se quedó con nosotros aquí en la tierra en e] Sagrario, en la Eucaristía. Luis, un amigo de Paco, le platicó: -Fíjate Paco que el domingo fui a una Iglesia donde al final de la misa, nos dieron a todos los niños, una bolsita con trozos de hostias.
- Paco se quedó pensativo y fue a preguntarle a su papá: -¿Es posible que los niños que no han hecho su Primera Comunión coman hostias? Luis me lo contó.
- No, le contestó su papá.
- Te explicaré: •Antes de que Jesús muriera, pensó en cómo quedarse con nosotros cuando El se fuera al cielo, y se le ocurrió hacer un milagro.
¿Te acuerdas de lo que es un milagro? -Sí papá, respondió Paco, un milagro es algo que sólo puede hacer Dios y que es imposible para nosotros. Como cuando Jesús multiplicó los panes. Pues bien, dijo papá, cuando en la misa, el sacerdote consagra las hostias, que son pedacitos redondos de pan, Jesús entra en ellas y cuando las personas que hicieron ya su primera comunión las comen, Jesús entra en su corazón.
Pero si estos pedacitos de pan no los consagra el sacerdote, no está Dios en ellos, entonces sólo se llaman obleas y las puede comer cualquier gente. -¡Ah! Ya entiendo. Papá, ya quiero hacer mi primera comunión para recibir a Jesús muchas veces en mi corazón. -Muy bien Paco. Estudia muy bien tus lecciones de moral, se obediente y rézale mucho a Dios y a la Virgen, para que pronto puedas tomar tu primera hostia.
•La catequista les preguntará si ellos han probado las obleas, de las cuales puede llevar una bolsita para que los niños las conozcan. •Después les explicará que Jesús quiso quedarse con nosotros escondido en un pequeño pedazo de pan para servirnos de alimento y ayudarnos a llegar al cielo.
•Les explicará que en la misa, el pan y el vino se convierten en su cuerpo y en su sangre. -Jesús se da a nosotros como alimento para fortalecernos en la caridad. La caridad es el amor que nos da Dios para que queramos y amemos mucho a todos los demás. •Les contará la historia de la última cena, usando las figuras imantadas: -La noche antes de que Jesús fuera a morir en la cruz, se reunió con sus 12 apóstoles a cenar, y ahí convirtió el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, para poder que¬darse siempre con nosotros, y les dijo a sus apóstoles: “Hagan esto en memoria mía.
Desde en¬tonces en todas las misas, el momento principal es el de la consagración, que es cuando el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús, que es lo que comemos cuando vamos a co¬mulgar para que Jesús entre en nosotros, llegue a nuestro corazón y nosotros nos podamos parecer a El y amar como El.
Así, quien recibe a Jesucristo, se une a Dios y a sus hermanos. •Después de que los niños hacen su Primera comunión, van a comulgar cada vez que van a misa, para rezarle, para darle gracias por todo lo que les da, para pedirle ayuda y para decirle que lo quieren mucho y que cada día se quieren parecer más a El y ser muy buenos La catequista les describe el dibujo del cáliz, las uvas y el pan que se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo durante la misa y luego les da el material para que peguen papel dorado en el cáliz, una oblea en la hostia y polvo de pan en los panes.
En la Iglesia, fijarse durante la misa, cuando el sacerdote eleva la hostia para consagrarla. : Catholic.net – El lugar de encuentro de los Católicos en la red
¿Cómo se llama la reacción que permite crear pan y vino?
Fermentación alcohólica – La fermentación alcohólica es realizada por ciertas levaduras que procesan los azucares de algunos alimentos produciendo alcohol y dióxido de carbono. Este tipo de fermentación es el que se utiliza en la elaboración de algunas bebidas alcohólicas, como el vino o la cerveza, pero también en la preparación del pan. Rudy and Peter Skitterians, Dought ( Pixabay License )
¿Que se dice cuándo presentan el pan y el vino?
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS El sacerdote presenta a Dios los dones del pan y del vino que, por la Consagración, se convertirán en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esta parte se conoce como el Ofertorio.
¿Cuál es el momento de la consagración en la Misa?
La ‘ consagración ‘ en la Misa hace referencia al momento central en que el pan y el vino, por las palabras de Cristo pronunciadas por el sacerdote y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
¿Cuál es la parte más importante de la Misa?
Pero tomé de sorpresa a muchos cuando dije: ‘La parte más importante de la Misa, el punto culminante en el que se enfoca toda la Misa, es la bendición final y el envío ‘.
¿Qué es la fermentación de la masa?
La fermentación es la hinchazón de la masa, es decir, el proceso en el que aumenta su volumen debido a la producción de gas en su interior. La fermentación comienza desde el amasado y finaliza en el momento de la cocción, cuando se alcanzan los 55ºC y mueren todos los microorganismos.
¿Cuál es el fin último de la consagración?
La consagración nos lleva a adorar y a anunciar a Cristo La devoción a la santísima Virgen es un medio privilegiado ‘para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y servirle fielmente’.
¿Que hay después de la consagración?
Tienes que acudir a la Santísima Virgen y unirte a sus intenciones. es decir, entrar en sintonía con su voluntad y en armonía con sus disposiciones, para que Ella obre en ti y haga de ti lo que mejor le parezca, para mayor gloria de su Hijo Jesucristo y del Padre del cielo.
¿Qué diferencia hay entre el pan y el vino antes de la consagración y después de la consagración?
Lección 65.ª – Sagradas especies y milagros eucarísticos P. – ¿Por qué eligió esconderse bajo especies de pan y vino? R. – Entre otras razones, para significar que la Comunión es banquete espiritual de las almas.P. – ¿Cómo está Cristo en una hostia tan pequeña y en tantas partes a un tiempo? R.
- A eso responderán los doctores de la Iglesia.M.
- Éstas y otras dificultades se explican para quien quiera, en las aulas y libros católicos.
- Aquí basta notar que Jesu-Cristo está en la Eucaristía sustancialmente; pero no en su modo y aspecto natural, como le veían los Apóstoles y se le ve en el cielo, sino de un modo sacramental y milagroso.
Tampoco entendemos cómo los alimentos se convierten, con las fuerzas que Dios nos ha dado, en nuestra carne y sangre, ni otros muchos fenómenos de la naturaleza. La Eucaristía es el banquete de las almas, y como el pan y vino son los principales y comunes constitutivos de un convite, por eso el Señor se nos presenta en el altar bajo las especies de pan y vino, en las cuales comulga el sacerdote cuando celebra Misa; si bien, por justas causas, los demás sólo participan del celestial convite en la especie de pan.
Así se nos da a entender sensiblemente que los buenos efectos que el pan y el vino producen en nuestra carne, esos mismos espiritualmente produce la Sagrada Comunión en el alma: la alimenta, la esfuerza, vigoriza, consuela y anima para amar y servir mejor a Dios Nuestro Señor. Hasta en el mismo cuerpo redunda la eficacia del divino manjar; porque, como dicen los santos, es un remedio eficacísimo para vencer las tentaciones de la -340- carne, y conservar la castidad y aun la virginidad.
A más de que el contacto del Cuerpo divinísimo de Cristo, mediante los accidentes sacramentales, nos da un título, si morimos en gracia, a la resurrección gloriosa para reinar en cuerpo y alma eternamente en el cielo. Sólo con pan de trigo y vino de vid puede consagrarse.
- El pan con que Jesu-Cristo instituyó la Eucaristía fue sin fermento, o sea pan cenceño, al que llamaban entonces ácimo; y por eso lo usamos en la Misa y Comunión.
- Con todo, si un sacerdote al consumir la Hostia notase que no era de trigo o que estaba corrompida, no habiendo a mano hostia de pan cenceño en buen estado, debería consagrar en pan usual o fermentado, como lo hacen siempre los que siguen el rito griego u oriental.
No importaría que la hostia o pan se hiciese con agua marina. San Wenceslao, Rey de Bohemia, sembraba por sí mismo el trigo para el altar y exprimía las uvas. ¡Tanta reverencia le merecían el pan y el vino que habían de convertirse en el Cuerpo y sangre de Cristo! Del respeto a la Eucaristía nace la buena costumbre de besar el pan, sobre todo cuando lo recogemos del suelo.
¡Cuánto más esmero se habría de poner en preparar la materia de este divino banquete, que la de otro terreno! En muchas partes hacen las hostias personas consagradas a Dios, y es uso muy loable. Mayor cuidado aún se necesita respecto del vino: que no esté falsificado, que no sea licor, ni vino hecho de uvas en agraz, ni mosto, ni esté acedo ni aguado, si bien, donde no hay uvas frescas, puede hacerse con pasas, con tal que no se cueza, ni se mezcle mucha agua 153,
Entienda el cristiano que cuando naturalmente se descomponen los accidentes eucarísticos, o sea cuando el pan y el vino, si allí estuviesen, se corrompieran, -341- deja de estar bajo aquellas especies el cuerpo y sangre de Cristo, sustituyéndosele la substancia del pan y vino en el estado natural, en que entonces se hallarían si no hubiesen sido consagrados.
- Los milagros invisibles de la Eucaristía son tantos y tan asombrosos, que por eso lo llama el Apóstol misterio de fe, en el cual se encierran todos los demás, y de ello tratan los libros de los santos y doctores.
- La ciencia humana, como tan inferior a la divina, no los penetra ni demuestra, pero llega a ver que nada hay en ellos contradictorio ni absurdo, y aun saca de la fe mucha luz para estudiar a fondo la naturaleza de la substancia y de los accidentes, con otras propiedades de los cuerpos.
La ciencia tendría por imposible, v. gr., que un mismo ser u hombre estuviese a la vez en varios sitios y posturas; pero el filósofo cristiano, que sabe ha hecho Dios y hace ese milagro, llega a entender y demostrar que nada hay en ello de absurdo, aunque no alcancen a ejecutarlo nuestras fuerzas.
Así, sería absurdo decir que el Cuerpo de Cristo en su tamaño, color, peso, figura y exterior naturales, está en una hostia o en el cáliz; pero no dice eso la fe, sino lo contrario, a saber: que el exterior, o sea los accidentes, son de pan y vino, mientras que lo interior es substancialmente el mismo Cristo.
Cristo está entero en la hostia sagrada, pero no está en su forma exterior natural, sino en otra milagrosa que no entendemos, como ni tantas otras cosas aun de las naturales, v. gr. : cómo nuestra alma, una y simplicísima, está toda en cada parte del cuerpo; cómo mi pensamiento, que es único, se transmite por la palabra oral o escrita, para surgir y multiplicarse en tantas almas cuantas son las personas que me oyen o leen; cada día se van arrancando secretos a la naturaleza.
- Ya se abandona el petróleo por la electricidad, y ésta acaso por el acetileno, la fotografía común ya no asombra en vista de los rayos X.
- Llegará el fin del mundo sin que la -342- razón humana haya llegado, no digo a comprender, sino a ver los arcanos que Dios depositó en este mundo visible, y que, sin embargo, se descubren a los moradores del cielo.
Allí, y sólo allí veremos también los misterios de nuestra santa fe que ahora el Señor exige que acatemos y creamos.P. – Además de los motivos de la fe católica, ¿hay otros indicios de que Jesu-Cristo vive en la hostia consagrada? R. – Sí, padre; la santidad de los que comulgan bien y a menudo; y los milagros que muchas veces obra el Señor en el Santísimo Sacramento.
Los motivos que se llaman de credibilidad, y son otras tantas razones que prueban el hecho de la revelación católica, y demuestran nuestra obligación de creer cuanto la Iglesia nos propone, como doctrina del cielo, obran con toda su eficacia respecto de cada uno de los dogmas de nuestra santa fe, entre los cuales descuella la presencia real de Jesu-Cristo en el Santísimo Sacramento, ni había necesidad de más motivos.
Con todo, porque el misterio del altar es el centro de la vida cristiana, e importa tanto el adorarlo y recibirlo con fe grande y muy viva, ha querido el Señor rodearlo de especiales incentivos de nuestra fe. No vemos a Jesu-Cristo en la hostia consagrada, pero sentimos a menudo efectos celestiales de su presencia, de su comunicación, y del hospedaje que le damos en nuestro pecho.
- Libros enteros han escrito los santos, donde el cristiano lee con gozo y con asombro los frutos de extraordinaria virtud, que ellos mismos y otros fieles sacan del continuo trato con Jesús sacramentado y de la comunión frecuente.
- De ahí ejércitos innumerables de mártires sacaron su fortaleza sobrehumana; de ahí los coros de vírgenes de uno y otro sexo, su angelical pureza; de ahí los santos confesores, su constancia inquebrantable en el ejercicio heroico de todas las virtudes.
Quien quiera probarlo en sí mismo, entable el confesarse y comulgar a menudo -343- con buenas disposiciones. Los cristianos piadosos hallan sus delicias al pie del Sagrario, y tratan con el Señor como un hijo con su padre, y hasta como un amigo con su amigo, ofreciéndole obsequios y recibiendo en cambio beneficios del cielo; pero esto no lo entienden los que no se resuelven a probarlo.
¡Y los milagros que visiblemente obra el Señor en el Sacramento del altar! Son muchísimos los que atestigua la historia, y no menos los que suceden en nuestros días, y algunos permanecen siglos. Nadie ignora cuántos hace Dios por intercesión de su Madre Santísima en el santuario de Lourdes; pues bien, hace algunos años que allí mismo se están obrando iguales, adorando en la procesión e invocando en público a Jesús Sacramentado.
En varias naciones se veneran una o más Hostias consagradas que Dios conserva incorruptas hace siglos. En España tenemos no pocos de estos milagros, patentes a quien quiera verlos. Yo he visto, contemplado y adorado la hostia sagrada del Escorial y las veinticuatro de Alcalá de Henares.
De éstas acaba en mayo último (1897) de celebrarse con extraordinario concurso y solemnísimo Triduo el tercer centenario, pues robadas por los moriscos fueron entregadas por un cristiano viejo, al P. Juan Suárez, en 1597. Después de más de veinte años de permanecer incorruptas, sujetas a varios exámenes jurídicos y científicos, se expusieron a la pública adoración, con decretos reiterados en cuatro ocasiones distintas, por la autoridad competente, en un viril al que está soldado el cristal de roca que las deja ver a los fieles.
Cada año se celebra fiesta por tan gran beneficio, siendo testigos del perenne milagro y de varios otros que se han verificado por estas Santas Formas, toda la ciudad complutense 154, -344- La del Escorial, hollada sacrílegamente por unos herejes protestantes en Alemania, brotó sangre.
Convirtiose al milagro uno de ellos y dio parte al Obispo. Éste, llevada la Hostia milagrosa a la catedral, celebró solemnes desagravios. Por entonces acababa nuestro rey Felipe II San Lorenzo del Escorial, y pareciéndole que con ningún tesoro podía ennoblecer templo tan suntuoso como con aquella sagrada Hostia, y de ningún modo reparar mejor el sacrilegio, que con adorarla perennemente en tan rico santuario, logró que se la remitiesen.
Recibiola con religiosísima piedad y procesión solemne, y desde entonces se venera incorrupta, y aún se ven tres agujeros que con sus tachuelas le hicieron aquellos fanáticos, y alrededor la marca de la sangre milagrosa. Cuando la que vulgarmente llamamos la francesada, un monje, queriendo librar la Sagrada Forma del impío vandalismo de Napoleón, la colocó en la custodia y con una lámpara, en el hueco de la pared, y mandó a un albañil que lo tapiase.
- Cayó el ejército del tirano sobre el Escorial robando y destrozando cuanto pudo, hasta que pasado el turbión, volvieron los monjes.
- El que había ocultado la sagrada Hostia, hizo que el mismo albañil deshiciera el tabique, y se halló la Hostia como antes, sin corrupción, y la lámpara ardiendo.
- Hasta entonces se había celebrado cada año fiesta conmemorativa de la traslación desde Alemania, y ahora se añadió otra, aniversario de esta segunda.
Fernando VII señaló una pensión al albañil, la cual, muerto éste, pasó al monje que salvó la Hostia milagrosa.
¿Que se dice cuando se consagra el pan?
El Sacerdote en La Misa – El sacrificio eucarístico de la Misa es, ante todo, la acción de Cristo (IGMR 11) 1 y del pueblo de Dios por medio de la cual “los hombres tributan al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios en el Espíritu Santo” (IGMR 16), y los fieles se unen a Cristo en acción de gracias y “el reconocimiento de las grandezas de Dios” (IGMR 78).
- La Misa es el “sacramento de unidad” (IGMR 91-92) en el que los fieles son nutridos de la Mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (IGMR 28) 2,
- Esta unidad se expresa sobre todo en la postura común, (IGMR 42) 3, en el canto comunitario (IGMR 47) 4, en un silencio reverente (IGMR 45, 56) 5, y compartiendo el único pan y único cáliz (IGMR 83, 321).
El supone que la liturgia dominical y de los días festivos ha de ser celebrada con cantos (IGMR 40, 115) 6, con un líder de canto, con uno o dos lectores (IGMR 109) 7, y con otros ministros laicos asistentes (IGMR 115). Se supone también que todos los comulgantes presentes en la Misa, el sacerdote celebrante, el diácono, los otros ministros y todos en la asamblea, comulgarán del pan y del vino consagrados durante esa misma Misa (IGMR 85, 281, 321) 8, al igual que lo hace el sacerdote celebrante (IGMR 85, 243).
Los libros litúrgicos, sobre todo los que utilizan el sacerdote celebrante, el diácono, y los ministros deben ser bonitos y apropiados a la celebración (IGMR 349) 9 en lugar de ser hojas desechables o folletos. Los principios fundamentales que explican el propósito de las distintas partes de la Misa se hallan en el Capítulo II (IGMR 27-90); y este capítulo provee la base para las normas más detalladas que se encuentran en el Capítulo IV (IGMR 112-287).
Los Capítulos V (IGMR 288-318) y VI (IGMR 319-351) presentan también los principios generales relativos al orden de los muebles en la Iglesia y los requisitos para celebrar la Misa. Las rúbricas del Misal Romano suponen que la celebración de la Misa tendrá lugar en una iglesia (IGMR 288) 10 con un altar independiente (IGMR 299) 11, un ambón para la proclamación de la Palabra de Dios (IGMR 309) 12, y una sede presidencial utilizada por el sacerdote durante ciertos momentos de la celebración litúrgica (IGMR 310) 13,
Aunque el tabernáculo puede hallarse en el santuario (IGMR 315b) 14, todas las rúbricas suponen que estará colocado en una capilla separada puesto que las rúbricas no hacen ninguna referencia al tabernáculo cuando describen las acciones del sacerdote y los otros ministros asistentes durante la Misa.
Sin embargo, si el tabernáculo se halla en el santuario, el sacerdote celebrante y todos los ministros asistentes hacen una genuflexión a la Eucaristía reservada en el tabernáculo solamente al entrar (al comenzar la Misa) y al salir (al terminar la Misa).
- Preparativos
- Antes de que comience la procesión de entrada, se cubre el altar al menos con un mantel blanco (IGMR 304) 16 ; se ponen cirios encendidos cerca de o sobre el altar (IGMR 117, 307) 17 ; el Leccionario debe estar ya colocado en el ambón (IGMR 118b); el Misal Romano debe estar ya cerca de la sede presidencial (IGMR 118a); y “el cáliz, el corporal, el purificador, la palia, si se usa, la patena y los copones, si son necesarios; el pan para la comunión del sacerdote que preside, del diácono, de los ministros y del pueblo; las vinajeras con el vino y el agua, a no ser que todo lo vayan a ofrecer los fieles al momento del ofertorio; el vaso para la bendición del agua si se lleva a cabo la aspersión; la patena, para la comunión de los fieles, y lo necesario para la ablución de las manos” (IGMR 118c).
- El cáliz puede ser cubierto con un velo si lo desean (118c) 18, En otra parte de la iglesia, deben poner el pan y el vino que serán llevados en la procesión durante la presentación de las ofrendas.
- El Evangeliario 19 puede ser colocado en el altar (antes de la celebración) o llevado en la procesión de entrada por el diácono, cuando esté presente, o, en su ausencia, por un lector (IGMR 117) 20, “Obsérvese la moderación en la ornamentación del altar” (IGMR 306), incluyendo flores (IGMR 305) 21, debe estar puesto en o sobre el altar. Si la bendición y el rocío con agua tienen lugar, la vasija con el agua y el aspersor deben hallarse en el santuario en un lugar conveniente (118c).
- Los Ritos Iniciales
- Durante la procesión de entrada, si se usa el incienso, el portador del incienso va delante; detrás de él va el portador de la cruz entre dos ministros laicos con cirios encendidos; detrás van los lectores seguidos por el diácono que lleva el Evangeliario levemente elevado; detrás de ellos van los concelebrantes y al final, el sacerdote celebrante (IGMR 120, 172) 22, (Uno de los lectores puede llevar el Evangeliario en la ausencia del diácono). La asamblea se integra al canto durante esta procesión, actividad que pretende unir a todos los que han venido para celebrar (IGMR 47-48) 23,
- Cuando la procesión llegue al altar, todos hacen una reverencia delante de él, y los sacerdotes y el diácono besan el altar 24, El sacerdote celebrante inciensa la cruz y el altar (IGMR 49, 123) 25,
- Después, el sacerdote celebrante va a la sede presidencial de donde preside el resto de los Ritos Iniciales (IGMR 50, 124) 26,
- Allí, se santigua, saluda al pueblo, introduce brevemente la liturgia del día, y preside el Rito Penitencial (IGMR 50, 51, 124) 27,
- Los domingos durante la estación de Pascua de Resurrección, en lugar del Rito Penitencial, es especialmente apropiado bendecir agua y rociar a todos como un recuerdo de su bautismo (IGMR 51).
- Cuando se exija, el Gloria se canta o se recita, comenzada por el sacerdote celebrante, o el líder de canto, o el coro (IGMR 53, 126) 28,
- Después del Gloria y la Oración Colecta, todos se sientan.
- La Oración Colecta concluye los Ritos Iniciales (IGMR 54, 127) 29, Cada vez que el sacerdote celebrante invita al pueblo a rezar (“Oremos”), “luego el sacerdote invita al pueblo a orar, juntando las manos y diciendo: Oremos. Todos, juntamente con el sacerdote, oran en silencio durante un breve tiempo. Entonces el sacerdote, extendiendo las manos, dice la Oración Colecta, y cuando ésta termina, el pueblo aclama con el Amén” (IGMR 127).
- La Liturgia de La Palabra
- Las lecturas deben ser proclamadas siempre desde el ambón (IGMR 58, 260) 30, y cada lectura debe ser proclamada por un lector diferente (IGMR 59, 109) 31, El salmista también canta el salmo responsorial desde el ambón (IGMR 61, 309) 32,
- Si un diácono u otro sacerdote está presente, uno de ellos debe proclamar el Evangelio en lugar del sacerdote celebrante (IGMR 59). Antes de la proclamación del Evangelio, “todos se ponen de pie y se canta el Aleluya u otro canto según las exigencias del tiempo litúrgico (Cf. IGMR 62-64)” (IGMR 131) 33 ; “mientras se dice el Aleluya u otro canto, si se ha de usar el incienso, ayuda al sacerdote a colocarlo en el incensario, luego, inclinado profundamente (el diácono) ante él, le pide su bendición” (IGMR 175) 34
- A parte de eso, el sacerdote celebrante (o un concelebrante) se prepara para proclamar el Evangelio con una oración en silencio (IGMR 132, 212).35
- Después de cada lectura y la Homilía, un período de silencio es muy apropiado. (IGMR 45, 56) 36,
- Después de la proclamación evangélica, el sacerdote celebrante predica la Homilía (IGMR 66) 37, Puede proclamarla “de pie desde la sede o desde el ambón, o si es oportuno desde otro lugar idóneo. Terminada la homilía se puede guardar un momento de silencio” (IGMR 136).
- Después de un período de tiempo, todos se ponen de pie para el Credo (IGMR 67-68) 38, comenzado por el sacerdote (o si se canta), comenzado por el líder de canto o por el coro (IGMR 137) 39,
- Luego, desde la sede, el sacerdote celebrante introduce la Plegaria Universal u Oración de los fieles, invitando rezar al pueblo (IGMR 71, 138) 40,
- El diácono, (o en su ausencia, otro ministro laico), anuncia las peticiones desde el ambón u otro sitio adecuado (IGMR 71, 138, 309), y el sacerdote celebrante concluye las la Plegaria Universal u Oración de los fieles con una oración (IGMR 71, 138). “Terminada la oración universal, todos se sientan y comienza el canto del Ofertorio (Cf. IGMR 74)” (IGMR 139).
- La Liturgia de la Eucaristía
- Es conveniente que la colecta se lleve a cabo en este momento de modo que el dinero recogido pueda ser llevado al santuario como parte de la procesión con las ofrendas de pan y vino (IGMR 73) 41,
- La Liturgia de la Eucaristía sigue el modelo de las narrativas bíblicas de la Última Cena (IGMR 72) que describen al Señor mientras toma el pan y el cáliz, da gracias, parte el pan y les da el cáliz a sus discípulos. Así, durante la preparación, unos laicos de la asamblea traen al altar el pan y el vino, los elementos que Jesús tomó en sus manos (IGMR 72.1). Durante la Plegaria Eucarística, se dan las gracias a Dios (IGMR 72.2). Después, se parte el pan, y los elementos consagrados se dan a los fieles en la Sagrada Comunión (IGMR 72.3) 42,
- Al comenzar la preparación del altar y la presentación de las ofrendas, los ministros asistentes ayudan al diácono a preparar el altar, poniendo el corporal, el purificador, el cáliz (a menos que éste se prepare en una mesa aparte) 43 y el Misal Romano en el altar (IGMR 73, 139 44 ) 45,
- Después, los fieles traen el pan y el vino (junto con el dinero recogido en la colecta) al altar.
- El sacerdote o el diácono los recibe en un lugar apropiado (IGMR 73, 140, 178) 46,
- El sacerdote dice la oración exigida mientras sostiene la patena con el pan eucarístico un poco elevada sobre el altar y solamente, al terminar la oración prescrita, lo pone en el altar (IGMR 141) 47, Mientras tanto, el diácono “vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz, diciendo en secreto: El agua unida al vino, y le presenta el cáliz al sacerdote. La preparación del cáliz y la infusión del vino y del agua pueden también hacerse en la credencia” (IGMR 178). El sacerdote celebrante dice la oración apropiada mientras sostiene el cáliz un poco elevado sobre el altar (IGMR 142) 48 y solamente, al terminar la oración prescrita, lo pone sobre el altar.
- “Dejado ya el cáliz en el altar, el sacerdote se inclina profundamente y dice en secreto: Acepta, Señor, nuestro corazón contrito” (IGMR 143) y después, “el sacerdote pone el incienso en el incensario y lo bendice con un signo de la cruz, sin añadir más” (IGMR 277). Inciensa las ofrendas con tres movimientos del incensario o con una señal simple de la cruz (IGMR 75, 144 49, 277); también, inciensa la cruz, el altar y el pueblo (IGMR 75) 50,
- Luego, el sacerdote celebrante se lava las manos al lado del altar (IGMR 76, 145) 51, Las oraciones del sacerdote y del diácono durante la preparación del altar y de las ofrendas se dicen en secreto (IGMR 141-145). Cuando no se canta durante la preparación, se permite (pero no es obligatorio) que el sacerdote pronuncie las palabras de la oración “Bendito sea.” en voz alta (IGMR 142) 52,
- Al centro del altar, el sacerdote celebrante saluda al pueblo y le invita a orar. Después de que el pueblo se pone de pie y responde; el sacerdote celebrante dice la Oración Sobre las Ofrendas (IGMR 77, 146) 53,
- Luego, el sacerdote celebrante comienza la Plegaria Eucarística, “el punto central y el momento culminante de toda la celebración” (IGMR 78, 147). “Es muy conveniente que el sacerdote cante las partes de la Plegaria Eucarística que tienen notas” (IGMR 147)54; también el pueblo deberá cantar la varias aclamaciones que forman parte de la Plegaria Eucarística,
- Se puede usar el incienso durante la consagración cuando muestran la hostia y el cáliz a la asamblea (IGMR 150, 179, 276e) 55,
- Durante la doxología final, el sacerdote celebrante eleva la patena con la hostia y el diácono eleva el cáliz (si no hay diácono, el sacerdote celebrante eleva los elementos por sí mismo) (IGMR 151, 180) 56,
- Terminada la Plegaria Eucarística, todos se ponen de pie para rezar el Padrenuestro (IGMR 81, 152).
- Después de la oración pidiendo la paz, el diácono invita a todos que intercambien un signo de paz que todos comparten con las personas a su lado (IGMR 82, 154) 57,
- Para no interrumpir la celebración, el sacerdote celebrante normalmente se queda en el santuario durante el intercambio del signo de paz (IGMR 154). Sin embargo, por razones pastorales, el sacerdote celebrante puede intercambiar un signo de paz con algunos miembros de la asamblea litúrgica, por ejemplo, cuando se trata de una misa funeral, una misa nupcial, o cuando los líderes civiles estén presentes (IGMR 82, 154) 58,
- El Cordero de Dios comienza y el sacerdote celebrante rompe la hostia (IGMR 83, 155) 59, La hostia que el sacerdote celebrante consagra debe ser lo suficientemente grande para que unas fracciones de ella puedan ser distribuidas a algunas personas de la asamblea cuando comulguen (IGMR 321) 60,
- Mientras el sacerdote celebrante distribuye las hostias consagradas en otras vasijas, lo pueden ayudar otros concelebrantes y el diácono.
- Luego, el sacerdote celebrante pone una porción muy pequeña de la hostia en el cáliz (IGMR 83, 155) y se prepara a sí mismo para comulgar rezando en secreto la oración de preparación (IGMR 84) 63,
- El sacerdote celebrante “hace genuflexión, toma la Hostia, consagrada en la misma Misa, y, teniéndola un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, vuelto al pueblo, dice: Éste es el Cordero de Dios, y, a una con el pueblo, añade una sola vez: Señor, no soy digno ” (IGMR 157, 243).64,
- Después de que todos recitaron el “Señor, no soy digno.” “Mientras el sacerdote recibe el sacramento, empieza el canto de la Comunión (IGMR 86)” (IGMR 157-59) 65,
- El sacerdote celebrante comulga al diácono (IGMR 182) 66, a los ministros extraordinarios de la Eucaristía (SSV 39-40), y a los otros ministros asistentes.
- Luego, le da los vasos apropiados que contienen las especies consagradas a los ministros extraordinarios de la Eucaristía (IGMR 162) 67,
- Después de que los fieles comulgan 68, se consume lo que queda de la Preciosa Sangre inmediatamente (IGMR 163, 182) 69, Se consumen las hostias consagradas que sobran o las llevan con reverencia al tabernáculo (IGMR 163) 70,
- Las vasos sagrados pueden ser purificados en estos momentos o llevados a la credencia y ser purificados inmediatamente después de la Misa (IGMR 163, 279) 71, Las vasijas pueden ser limpiadas por un sacerdote, un diácono, un acólito instituido (IGMR 279) 72, o por un ministro extraordinario de la Eucaristía (SSV, 52).
- El sacerdote celebrante vuelve a la sede y con la asamblea, observa un período de silencio (IGMR 45, 88, 164). Si se desea, todos pueden cantar un himno de alabanza (IGMR 88, 164) 73, Para concluir el Rito de Comunión, todos se ponen de pie para rezar. El sacerdote celebrante invita rezar a la asamblea y reza la Oración después de la Comunión (IGMR 89, 165) 74,
- El Rito Conclusión 75
- Después de la Oración después de la Comunión, se puede hacer anuncios breves (IGMR 90a, 166, 184). Ningún anuncio debería hacerse antes de este momento, por ejemplo, en el período de silencio después de la Sagrada Comunión.
- Luego, el sacerdote celebrante saluda al pueblo. Si se usa una “Bendición Solemne” u “Oración sobre el Pueblo”, el diácono (o en su ausencia, el sacerdote celebrante) invita a la asamblea a pedir la bendición de Dios.
- El sacerdote celebrante dice la fórmula de bendición después de la cual el diácono despide al pueblo (IGMR 90b-c, 167-68, 185).
- El sacerdote celebrante y el diácono besan el altar y ellos, junto con todos los otros ministros, hacen una reverencia profunda 76 al altar (IGMR 90d, 169, 186) y salen en mismo orden en que ingresaron para iniciar la Misa (IGMR 186, 193).
- Para las citas de la IGMR se utiliza: ORDENACION GENERAL DEL MISAL ROMANO. Institutio Generalis Missalis Romani; Tercera Edición típica, Incluyendo las adaptaciones para las diócesis de los Estados Unidos de América. Edición provisional para estudiar, LTP, Chicago, Ill. EUA, 2003
- “en la Misa se dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo en la que los fieles encuentran el mensaje y el alimento cristiano”.
- “La postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregada para la sagrada Liturgia, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de los participantes”.
- “Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se da comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido”.
- “También como parte de la celebración ha de guardarse en su tiempo silencio sagrado” (IGMR 45). “En ella son convenientes también unos breves espacios de silencio” (IGMR 56).
- “Téngase por consiguiente, en gran estima el uso del canto en las celebraciones; que no falte el canto de los ministros y del pueblo en las celebraciones que se llevan a cabo los domingos y fiestas de precepto” (IGMR 40). “Misa con el pueblo; conviene que, mientras sea posible se tenga esta celebración con canto y con el número adecuado de ministros” (IGMR 115).
- “Si están presentes muchos que pueden ejercitar un mismo ministerio, nada impide el que se distribuyan, pueden éstas distribuirse entre diversos lectores”
- “Es muy de desear que los fieles participen, como está obligado a hacerlo el mismo sacerdote, del Cuerpo del Señor con Hostias consagradas en esa misma Misa” (IGMR 85); “La Comunión tiene sentido de signo más pleno cuando se hace bajo las dos especies” (IGMR 281); “Conviene que el pan eucarístico se haga en tal forma que el sacerdote pueda realmente partir la hostia en partes diversas y distribuirlas, al menos a algunos fieles” (IGMR 321).
- “Se debe procurar de manera particular que los libros litúrgicos, sobre todo el Evangeliario y el Leccionario, que se destinan a la proclamación de la Palabra de Dios y por eso gozan de una particular veneración, sean en la acción litúrgica realmente signos y símbolos de las cosas celestes, y por tanto verdaderamente dignos, decorosos y bellos”.
- “Para la celebración de la Eucaristía el pueblo de Dios se congrega generalmente en la iglesia”.
- “Constrúyase el altar separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda hacer de cara al pueblo.”.
- “La dignidad de la palabra de Dios exige que en la iglesia haya un sitio conveniente para su anuncio, hacia el que, durante la liturgia de la palabra, se vuelve espontáneamente la atención de los fieles El ambón, según la estructura de cada iglesia, debe ser de tal naturaleza, que permita al pueblo ver y oír bien a los ministros ordenados y a los lectores”.
- “La sede del sacerdote celebrante debe significar su oficio de presidente de la asamblea y de director de la oración, su puesto más adecuado será de cara al pueblo, al fondo del presbiterio Evítese toda apariencia de trono”.
- “o en alguna capilla apta para la adoración y oración privada de los fieles, que esté conectada orgánicamente con la iglesia y sea visible para los fieles”.
- “Si el tabernáculo con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los demás ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y cuando se retiran de él, pero no durante la celebración de la Misa”.
- “Por reverencia a la celebración del memorial del Señor y al banquete en que se distribuye el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el altar, donde se celebra, por lo menos un mantel de color blanco, que, en forma, medida y ornamentación, cuadre bien con la estructura del mismo altar. Cuando, en las diócesis de los Estados Unidos de América, se utilizan otros ornamentos en adición a los manteles propios del altar, en aquella ocasión, esos manteles pueden ser de otros colores poseyendo el espíritu honorífico cristiano o el significado de la festividad de acuerdo con la antigua tradición local, con tal de que el mantel superior cubriendo la superficie de la mensa (es decir, el mantel mismo del altar) sea siempre de color blanco”.
- “Los candeleros, que según el tipo de acción litúrgica se requieren como expresión de veneración o de celebración festiva (Cf. IGMR 117), colóquense en la forma más digna, o sobre el altar o alrededor de él” (IGMR 307). “Cúbrase el altar al menos con un mantel blanco. Sobre él o a su alrededor, colóquese en cada celebración un mínimo de dos candeleros, con sus velas encendidas o incluso cuatro o seis, sobre todo si se trata de la Misa dominical o festiva de precepto” (IGMR 117).
- “Es de alabar que el cáliz se cubra con un velo, que podrá ser o del color del día o de color blanco”.
- “Un lector, que puede llevar el libro de los Evangelios levemente elevado, pero no el leccionario” (IGMR 120, d)
- “Candeleros y Cruz con la imagen de Cristo Crucificado pueden llevarse en la procesión de entrada. Sobre el altar puede ponerse, a no ser que se lleve durante la procesión de entrada, el Evangeliario, distinto del libro de las restantes lecturas” (IGMR 117).
- “La decoración floral sea siempre moderada, y colóquese preferentemente cerca del altar y no sobre el mismo” (IGMR 305).
- “Reunido el pueblo, el sacerdote y los ministros, revestidos cada uno con las vestiduras sagradas, avanzan hacia el altar por este orden: a) el turiferario con el incensario humeante, si se emplea el incienso; b) los ministros que llevan los cirios encendidos, entre ellos un acólito u otro ministro con la cruz; c) los acólitos y otros ministros; d) un lector, que puede llevar el libro de los Evangelios levemente elevado, pero no el leccionario; e) el sacerdote que va a celebrar la Misa. Si se emplea el incienso, el sacerdote, antes de que siga adelante, lo pone en el incensario y lo bendice con un signo de la cruz, sin decir nada” (IGMR 120). “Llevando el Evangeliario un poco elevado, el diácono precede al sacerdote en su camino hacia el altar. De otro modo, irá a su lado” (IGMR 172).
- “Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se da comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido, elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta, y acompañar la procesión de sacerdotes y ministros. Se canta alternativamente por el coro y el pueblo, o por el cantor y el pueblo, o por todo el pueblo, o solamente por el coro. En las diócesis de los Estados Unidos de América existen cuatro opciones para el cantus ad introitum : (1) la antífona del Misal Romano o el Salmo del Graduale Romanum arreglado según la música establecida en éste o en otro arreglo musical; (2) la antífona estacional según el Graduale Simplex ; (3) un canto de otra colección de salmos y antífonas, aprobada por la Conferencia de los Obispos o por el obispo diocesano, incluyendo salmos arreglados en forma métrica o responsorial; (4) un canto litúrgico apropiado aprobado de modo parecido por la conferencia de los Obispos o por el Obispo diocesano” (IGMR 47-48).
- “Si el tabernáculo con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los demás ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y cuando se retiran de él, pero no durante la celebración de la Misa” (IGMR 274).
- “El sacerdote, el diácono y los ministros, cuando llegan al presbiterio, saludan al altar con una inclinación profunda. Para manifestar la veneración, el sacerdote y el diácono besan el altar. El sacerdote, si lo cree oportuno, podrá también incensar la cruz y el altar” (IGMR 49). “El sacerdote sube al altar y le hace reverencia con el beso. Luego, según la oportunidad, inciensa la cruz y el altar rodeándolo completamente” (IGMR 123).
- “Terminado el canto de entrada, el sacerdote, de pie junto a la sede, y toda la asamblea, hacen la señal de la cruz. A continuación el sacerdote, por medio de un saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada. Terminado el saludo, el sacerdote o el diácono u otro ministro laico puede hacer a los fieles una brevísima introducción sobre la Misa del día” (IGMR 50). “Terminada esta ceremonia, el sacerdote va a su sede. Una vez concluido el canto de entrada, todos estando de pie, sacerdote y fieles, de pie, hacen la señal de la cruz. El sacerdote empieza: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, El pueblo responde: Amén, Luego vuelto el sacerdote al pueblo y extendiendo las manos, saluda a la asamblea usando una de las fórmulas propuestas. Puede también, o él u otro de los ministros, hacer una muy breve introducción a los fieles sobre la Misa del día” (IGMR 124).
- “Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras un momento de silencio, se realiza cuando toda la comunidad hace su confesión general y se termina con la absolución del sacerdote, la cual sin embargo, carece de eficacia propia del sacramento de la penitencia. El domingo, sobre todo en el tiempo pascual, en lugar del acostumbrado acto penitencial, se puede realizar la bendición y la aspersión del agua en memoria del bautismo” (IGMR 51).
- “El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia congregada en el Espíritu Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. El texto de este himno no se puede cambiar por algún otro. Es iniciado por el sacerdote o, según la oportunidad, por un cantor o por el coro y lo cantan todos juntos, o el pueblo alternando con el coro o el coro solo. Si no se canta lo han de recitar todos, o juntos a dos coros alternativamente. El Gloria se canta o se recita los domingos, fuera del tiempo de Adviento y Cuaresma, las solemnidades y fiestas y en algunas celebraciones peculiares” (IGMR 53). “Cuando está indicado en las celebraciones se canta o se dice el Gloria (Cf. IGMR 53)” (IGMR 126).
- “A continuación el sacerdote invita al pueblo a orar y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar “colecta” con la que se expresa el carácter de la celebración. Según la antigua tradición de la Iglesia, la oración colecta se dirige regularmente a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo y termina con una conclusión trinitaria El pueblo, uniéndose a esta súplica, hace suya la oración pronunciando la aclamación: Amén, En la Misa siempre se dice una sola Oración colecta” (IGMR 54).
- “En la celebración de la Misa con el pueblo las lecturas se proclaman siempre desde el ambón” (IGMR 58). “Las lecturas, en la medida de lo posible, se proclaman desde el ambón o el púlpito” (IGMR 260).
- “El leer las lecturas, según la tradición, no es un oficio presidencial, sino ministerial. Por consiguiente las lecturas son proclamadas por un lector, el Evangelio en cambio viene leído por el diácono o, si está ausente, por otro sacerdote. Cuando falte el diácono u otro sacerdote, el mismo sacerdote celebrante leerá el Evangelio; y en ausencia de lectores idóneos, el sacerdote celebrante proclamará también las demás lecturas. Después de cada lectura, el que lee pronuncia la aclamación, a la cual el pueblo congregado responde rindiendo el honor a la Palabra de Dios recibida con fe y espíritu agradecido” (IGMR 59). “Es, sin embargo, absolutamente inadecuado dividir un único elemento de la celebración entre varias personas: por ejemplo, que en la misma lectura intervengan dos personas, una después de otra, a no ser que se trate de la Pasión del Señor” (IGMR 109).
- “El salmo debe responder a cada una de las lecturas y por lo regular se toma del leccionario. Es preferible que el salmo responsorial se cante, por lo menos en lo que se refiere a la respuesta del pueblo. Por consiguiente, el salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama los versos del salmo mientras toda la asamblea escucha sentada” (IGMR 61). “Desde el ambón se proclaman únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pascual; pueden también tenerse desde él la homilía y las intenciones de la oración universal. La dignidad del ambón exige que suba a él solamente el ministro de la Palabra” (IGMR 309).
- “Después de la lectura que precede inmediatamente al Evangelio se canta el Aleluya u otro canto establecido por las rúbricas, según las exigencias del tiempo litúrgico. Esta aclamación constituye por sí misma un rito o acto en el cual la asamblea de los fieles recibe al Señor que está por hablar en el Evangelio, lo saluda y confiesa su fe con el canto b) En el tiempo de Cuaresma, en lugar del Aleluya, se canta el verso antes del Evangelio que aparece en el leccionario” (IGMR 62).
- “Durante la liturgia de la Palabra los concelebrantes ocupan su propio puesto y están sentados o se levantan en la misma forma que el celebrante principal. Al iniciar el Aleluya, todos se ponen de pie, excepto el obispo, el cual pone incienso sin decir nada y bendice al diácono o, si no lo hay, al concelebrante que va a proclamar el Evangelio. En la concelebración presidida por un presbítero, el concelebrante que, por no haber diácono, proclama el Evangelio, no pide ni recibe la bendición del celebrante principal” (IGMR 212).
- “Mientras se canta el Aleluya u otro canto, el sacerdote, si se emplea el incienso lo pone en el incensario y lo bendice. Luego, con las manos juntas e inclinándose profundamente ante el altar, dice en secreto el Purifica mi corazón” (IGMR 132).
- “También como parte de la celebración ha de guardarse en su tiempo silencio sagrado. La naturaleza de este silencio depende del momento en que se observa durante la Misa. Así en el acto penitencial y después de una invitación a orar, los presentes se concentran en sí mismos; al terminarse la lectura o la homilía, reflexionan brevemente sobre lo que han oído; después de la comunión alaban a Dios en su corazón y oran. Ya antes de la celebración misma, es muy laudable que se guarde silencio en la Iglesia, en la sacristía, en el secretarium, y en los lugares cercanos, para que todos puedan disponerse para celebrar devota y debidamente los ritos sagrados” (IGMR 45). “La liturgia de la Palabra debe ser celebrada de tal manera que favorezca la meditación, por eso se debe evitar absolutamente toda forma de apresuramiento que impida el recogimiento. En ella son convenientes también unos breves espacios de silencio, acomodados a la asamblea reunida, en los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, se perciba con el corazón la Palabra de Dios y se prepare la respuesta por la oración. Estos momentos de silencio se pueden guardar oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma liturgia de la Palabra, después de la primera y la segunda lectura, y terminada la homilía” (IGMR 56).
- “La homilía la tendrá ordinariamente el sacerdote celebrante o será encomendada por él al sacerdote concelebrante, o a veces, si es oportuno, también al diácono, pero nunca a un laico. En casos particulares y por una causa justa la homilía puede ser pronunciada incluso por el Obispo o el presbítero presente en la celebración pero que no concelebra. Los domingos y fiestas de precepto téngase la homilía en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo; fuera de eso se recomienda sobre todo en los días feriales de Adviento, Cuaresma y tiempo pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que suele haber numerosa concurrencia de fieles. Después de la homilía se guardará oportunamente un breve momento de silencio” (IGMR 66).
- “El símbolo o profesión de fe tiende a que todo el pueblo reunido dé su respuesta a la Palabra de Dios proclamada en las lecturas de la Sagrada Escritura y explicada en la homilía y, pronunciando la regla de su fe, con la fórmula aprobada para el uso litúrgico, traiga a su memoria y confiese los grandes misterios de la fe, antes de empezar su celebración en Eucaristía. El símbolo debe ser cantado o recitado por el sacerdote con el pueblo en los domingos y solemnidades; se puede también recitar en celebraciones de peculiar importancia y solemnidad. Si se canta, el canto del símbolo viene iniciado por el sacerdote o, si es oportuno, por el cantor o por el coro, y proseguido por todos juntos, o por el pueblo y el coro alternativamente. Si no se canta, se debe recitar por todos juntos o a dos coros alternativamente” (IGMR 67-68).
- “El Credo lo dice el sacerdote juntamente con el pueblo (Cf. IGMR 68), estando todos de pie. A las palabras, etcétera, todos se inclinan; pero en las solemnidades de la Anunciación y de la Natividad del Señor, todos hacen genuflexión” (IGMR 137).
- “Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas desde la sede. Él mismo invita a los fieles a la oración con una breve monición y concluye la oración misma. Las intenciones que se proponen deben ser sobrias, redactadas con pocas palabras y con una sabia libertad, y deben expresar la plegaria de la comunidad entera. Las dice un diácono o un cantor o un lector o un fiel laico desde el ambón o de otro lugar conveniente. El pueblo, estando de pie, expresa sus súplicas o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, u orando en silencio” (IGMR 71). “Recitado el Símbolo, el sacerdote en pie, desde la sede, con las manos juntas, invita a los fieles a la oración universal por medio de una breve monición. Después el diácono o el cantor o el lector u otro, desde el ambón u otro lugar conveniente, propone las intenciones al pueblo, el cual por su parte responde suplicante. Al final el sacerdote con las manos extendidas, concluye la plegaria con una oración” (IGMR 138).
- Al comienzo de la Liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo El dinero y otros dones que los fieles aportan para los pobres o para la Iglesia, se consideran también como ofrendas; por eso se colocan en un lugar apropiado, fuera de la mesa eucarística” (IGMR 73).
- “En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que se hace continuamente presente en la Iglesia el sacrificio de la cruz, cuando el sacerdote, que representa a Cristo el Señor, lleva a cabo lo que el Señor mismo realizó y confió a sus discípulos para que lo hicieran en memoria suya. Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió, lo dio a sus discípulos, y dijo: ‘Tomad, comed, bebed: esto es mi cuerpo: éste es el cáliz de mi sangre. Haced esto en conmemoración mía’. De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la liturgia eucarística según estas mismas partes, con las palabras y acciones de Cristo. Ya que: 1) En la preparación de las ofrendas se presentan en el altar el pan y el vino con agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.2) En la Plegaria eucarística se da gracias a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.3) Por la Fracción del Pan y no por la Comunión, los fieles, a pesar de ser muchos, de un solo pan reciben el Cuerpo y de un solo cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo” (IGMR 72).
- “En primer lugar se prepara el altar o la mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia eucarística, sobre él se colocan el corporal, el purificador, el Misal y el cáliz, que puede también dejarse preparado en la credencia” (IGMR 73).
- “Un acólito u otro ministro laico coloca en el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal” (IGMR 139).
- “Sobre el altar se puede colocar solamente aquello que se requiere para la celebración de la Misa, es decir, el Evangeliario, desde el inicio de la celebración hasta la proclamación del Evangelio; y desde la presentación de los dones hasta la purificación de los vasos, el cáliz con la patena, el copón si es necesario; y también el corporal, el purificado, la palia y el Misal. Colóquese, además, de manera discreta el dispositivo que eventualmente resulte necesario para la amplificación de la voz” (IGMR 306).
- “Las ofrendas de los fieles las recibe el sacerdote ayudado por un acólito u otro ministro. El pan y el vino para la Eucaristía se llevan al sacerdote, quien los coloca sobre el altar, mientras que las demás ofrendas se colocan en sitio conveniente (Cf. IGMR 73)” (IGMR 140). “Asiste también (el diácono) al sacerdote cuando recibe los dones del pueblo. Luego pasa al sacerdote la patena con el van que se va a consagrar” (IGMR 178).
- “El sacerdote en el altar recibe la patena con el pan, y con ambas manos la eleva un poco sobre el altar mientras que dice en secreto: Bendito seas, Señor. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal” (IGMR 141).
- “Vuelto al centro del altar, toma con ambas manos el cáliz, lo eleva un poco diciendo en secreto: Bendito seas, Señor. Luego coloca el cáliz sobre el corporal y, si es oportuno, lo cubre con la palia” (IGMR 142).
- “Luego, si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario, lo bendice sin decir nada, e inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Un ministro estando al lado del altar inciensa al sacerdote y después al pueblo” (IGMR 144).
- “El sacerdote puede incensar los dones colocados sobre el altar, la cruz y el altar mismo, para significar que la ofrenda de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como incienso. Después el sacerdote, en virtud del ministerio sagrado, y el pueblo, en virtud de la dignidad bautismal, pueden ser incensados por el diácono u otro ministro” (IGMR 75).
- “A continuación el sacerdote se lava las manos al lado del altar. Con este rito se expresa el deseo de purificación interior” (IGMR 76). “Después de la oración Acepta, Señor, nuestro corazón contrito o de la incensación, el sacerdote, en pie al lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto: Lávame, Señor, mientras un ministro le sirve el agua” (IGMR 145).
- “Pero si no hay canto en el Ofertorio o no se toca el órgano, le es lícito al sacerdote, en la presentación del pan y del vino, decir en voz alta las fórmulas de bendición, a las cuales el pueblo aclama: Bendito seas por siempre, Señor ” (IGMR 142).
- “Terminada la colocación de las ofrendas y concluidos los ritos que la acompañan se concluye la preparación de los dones, con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la fórmula llamada “Oración sobre las ofrendas”. Así queda preparada la Oración eucarística El pueblo, al unirse a la plegaria, hace suya la oración con la aclamación Amén ” (IGMR 77). “Vuelto el sacerdote al centro del altar y estando de cara al pueblo, extiende y junta las manos e invita al pueblo a orar, diciéndole: Oren, hermanos, El pueblo se pone de pie y responde: El Señor reciba, Luego el sacerdote extendiendo las manos, dice la oración sobre las ofrendas. Al final el pueblo aclama: Amén ” (IGMR 146).
- “Entonces empieza el sacerdote la Plegaria eucarística. Según las rúbricas (Cf. IGMR 365) elige una de las que se encuentran en el Misal Romano, o están aprobadas por la Sede Apostólica. La Plegaria eucarística por su naturaleza exige que la recite sólo el sacerdote en virtud de la ordenación. El pueblo en cambio, se asocia al sacerdote en fe y en silencio y por medio de las intervenciones establecidas a lo largo de la Plegaria eucarística, es decir: respuestas en el diálogo del Prefacio, el Santo, la aclamación Amén después de la doxología final, como también otras aclamaciones aprobadas por la Conferencia de los Obispos y reconocidas por la Santa Sede” (IGMR 147).
- “Si se emplea el incienso, mientras la Hostia y el cáliz son mostrados al pueblo después de la consagración, un ministro los inciensa” (IGMR 150). “Si están presentes muchos diáconos, uno de ellos durante la consagración puede poner el incienso en el incensario e incensar en el momento de la elevación de la hostia y del cáliz” (IGMR 179). “La incensación significa la reverencia y la oración, como viene expresado en las Sagrada Escritura (Cf. Sal 140, 2; Ap 8, 3). El incienso puede libremente usarse en cualquier forma de misa: e) en el momento de la elevación de la Hostia y el cáliz, después de la consagración” (IGMR 276, e).
- “Al final de la Plegaria eucarística, el sacerdote, tomando la patena con la hostia y levantando ambos pronuncia la doxología: Por Cristo, con Él y en Él. El pueblo aclama al final: Amén. Después el sacerdote coloca la patena y el cáliz sobre el corporal” (IGMR 151). “Para la doxología final de la Plegaria eucarística, de pie al lado del sacerdote (el diácono), tiene el cáliz elevado, mientras aquél eleva la patena con la hostia hasta el momento en que el pueblo haya aclamado Amén ” (IGMR 180).
- “Sigue a continuación el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana y los fieles se expresan mutuamente la comunión y la caridad, antes de comulgar en el Sacramento” (IGMR 82). “”A continuación el sacerdote, con las manos extendidas, dice con voz clara la oración: Señor Jesucristo, que dijiste ; al terminarla, se vuelve hacia los fieles y, extendiendo y juntando las manos les da la paz con estas palabras: La paz del Señor esté siempre con ustedes. El pueblo responde: Y con tu espíritu. Luego, si el caso lo pide, el sacerdote añade: Dense fraternalmente la paz. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre en el presbiterio, para no desordenar la celebración” (IGMR 154).
- “Por lo que toca al mismo rito de la paz, establezcan las Conferencias de los Obispos el modo más conveniente, según las costumbres y el carácter de cada pueblo. Pero conviene que cada uno exprese el signo de la paz sobriamente y sólo a las personas más cercanas” (IGMR 82). “En las diócesis de los Estados Unidos de América, por una buena razón, en una ocasión especial (por ejemplo, en el caso de un funeral, una boda, o cuando los líderes cívicos están presentes), el sacerdote puede ofrecer el signo de la paz a unos pocos miembros de los fieles cerca del presbiterio. Y todos, según las normas establecidas por la Conferencia de los Obispos, se manifiestan mutuamente la paz y la caridad” (IGMR 154).
- “El sacerdote parte el Pan eucarístico; lo ayudan, si es necesario, el diácono o un concelebrante. El acto de la fracción del Pan, realizado por Cristo en la última Cena, fue el que en los tiempos apostólicos sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística. Este rito no solo tiene una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo Pan de Vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1Co 10, 17). La fracción empieza después del rito de la paz, y se realiza con la debida reverencia, sin prolongarla innecesariamente y sin darle una importancia exagerada. Este rito está reservado al sacerdote y al diácono. El sacerdote parte el Pan y deja caer una parte de la Hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y la Sangre del Señor en la obra de la salvación, es decir, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso” (IGMR 83). “A continuación el sacerdote toma la Hostia, la parte sobre la patena, y deja caer una partícula en el cáliz diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre ” (IGMR 155).
- “La naturaleza misma del signo exige que la material de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ázimo y elaborado en la forma tradicional, se haga en tal forma que el sacerdote, en la Misa celebrada con el pueblo, pueda realmente partir la hostia en partes diversas y distribuirlas, al menos a algunos fieles. No se excluyen de ninguna manera las hostias pequeñas, cuando así lo exige el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de unidad en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos” (IGMR 321).
- “Mientras se dice el Cordero de Dios, los diáconos o algunos de los concelebrantes pueden ayudar al celebrante principal a partir las Hostias, sea para la comunión de los mismos concelebrantes, sea para el pueblo” (IGMR 240).
- Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, El Sacrificio Vivo y Santo (Junio del 2001).
- “El sacerdote se prepara con una oración privada, para recibir con fruto el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los fieles hacen lo mismo, orando en silencio” (IGMR 84).
- “Luego el sacerdote muestra a los fieles el Pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz y los invita al banquete de Cristo; y juntamente con los fieles formula, usando palabras evangélicas prescritas, un acto de humildad” (IGMR 84). “Después de la mezcla el sacerdote dice en secreto la oración: Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, o bien: Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo ; después hace genuflexión, toma la hostia y, si el ministro va a recibir la comunión, volviéndose a él y teniendo la hostia un poco elevada sobre la patena o el cáliz, dice: Éste es el Cordero de Dios ; y, juntamente con el ministro, dice: Señor no soy digno ” (IGMR 268).
- Luego, de pie, vuelto hacia el altar, el sacerdote dice en secreto: El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna, y con reverencia consume el Cuerpo de Cristo. Después toma el cáliz diciendo en secreto: La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna, y con reverencia toma la Sangre de Cristo. Mientras el sacerdote toma el sacramento, se empieza el canto de comunión (Cf. IGMR 86)” (IGMR 158-159).
- “Terminada la comunión del sacerdote, el diácono recibe del sacerdote la Comunión bajo las dos especies, y luego ayuda al sacerdote a distribuir la comunión al pueblo” (IGMR 182).
- “Estos ministros no se acerquen al altar antes de que el sacerdote tome la Comunión, y siempre reciban de las manos del sacerdote celebrante el vaso que contiene las especies eucarísticas que van a ser distribuidas a los fieles” (IGMR 162).
- “Es muy de desear que los fieles participen, como está obligado a hacerlo el mismo sacerdote, del Cuerpo del Señor con Hostias consagradas en esa misma Misa y, en los casos previstos (Cf. IGMR 283), participen del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos exteriores, que la Comunión es una participación en el sacrificio que en ese momento se celebra” (IGMR 85).
- “terminada la distribución, inmediatamente consume junto al altar toda la sangre de Cristo remanente con la ayuda, si es necesario, de otros diáconos y presbíteros” (IGMR 182).
- “Terminada la distribución de la comunión, el sacerdote, consume completamente el vino consagrado que eventualmente sobró; en cambio, las hostias consagradas sobrantes o las consume junto al altar o las traslada al lugar destinado a la reserva eucarística” (IGMR 163).
- “El sacerdote vuelto al altar, recoge las partículas, si las hay; luego, de pie en el altar o en la credencia, purifica la patena o el copón sobre el cáliz; después purifica el cáliz, diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, y lo seca con el purificador. Si los vasos fueron purificados en el altar, son llevados a la credencia por un ministro. Sin embargo, está permitido dejar en el altar o en la credencia sobre un corporal los vasos que se han de purificar, sobre todo si son muchos, cubriéndolos oportunamente y purificarlos inmediatamente después de la Misa, cuando se haya despedido al pueblo” (IGMR 163).
- “El sacerdote, el diácono o el acólito instituido purifica los vasos sagrados, después de la comunión o después de la Misa, si es posible, en la credencia. La purificación del cáliz se hace con agua o con agua y vino, que tomará quien haya purificado el cáliz. La patena se limpia con el purificador, como es costumbre. Se debe procurar que lo que sobra eventualmente de la Sangre de Cristo, después de la distribución de la comunión, se consuma inmediata y completamente” (IGMR 279).
- “Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles, si es oportuno, oran un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza” (IGMR 88). “Luego el sacerdote puede regresar a su sede. Se puede observar un rato de silencio o también entonar un salmo u otro cántico de alabanza o un himno (Cf. IGMR 88)” (IGMR 164).
- “Para completar la súplica de los fieles y concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote dice la Oración después de la Comunión, en la que se ruega porque se obtengan los frutos del misterio celebrado. En la Misa se dice sólo una oración después de la Comunión, que termina con una conclusión breve El pueblo hace suya la oración con la aclamación del Amén ” (IGMR 89). “Luego, de pie junto a la sede o ante el altar, el sacerdote, vuelto al pueblo, con las manos juntas dice: Oremos, y con las manos extendidas recita la Oración después de la comunión, a la que puede preceder también un breve silencio, a no ser que ya se haya hecho eso después de la comunión. Al final de la oración, el pueblo aclama: Amén ” (IGMR 165).
- “El rito de conclusión consta de: a) breves avisos, si son necesarios; b) saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración sobre el pueblo o con otra fórmula más solemne; c) despedida del pueblo por parte del diácono o sacerdote, para que cada uno vuelva a sus buenas obras, alabando y bendiciendo a Dios; d) beso del altar por parte del sacerdote y diácono y la consiguiente inclinación profunda hacia el altar por parte de los sacerdotes, el diácono y otros ministros” (IGMR 90). “Terminada la oración después de la comunión, háganse, si se han de hacer, breves avisos al pueblo. Luego el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciéndole: El Señor esté con ustedes, a lo que el pueblo responde: Y con tu espíritu, Y enseguida el sacerdote, juntando de nuevo las manos y poniendo enseguida la mano izquierda sobre el pecho y elevando la mano derecha añade: La bendición de Dios todopoderoso y, haciendo la señal de la cruz sobre el pueblo, prosigue: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes ; todos responden: Amén, En ciertos días y ocasiones, esta bendición, según las rúbricas, se enriquece utilizando una oración sobre el pueblo u otra fórmula más solemne. El Obispo bendice con una fórmula adecuada haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo. Enseguida el sacerdote, con las manos juntas, añade: Pueden ir en paz. Y todos responden: Demos gracias a Dios ” (IGMR 166-168). “Dicha la Oración después de la comunión, el diácono da breves avisos al pueblo, si hay que darlos, a no ser que prefiera hacerlo personalmente el sacerdote. Si se usa la oración sobre el pueblo o la fórmula de bendición solemne, el diácono dice: Inclínense para recibir la bendición, Una vez dada la bendición por el sacerdote, el diácono se encarga de despedir al pueblo diciendo, con las manos juntas y dirigido al pueblo: Pueden ir en paz. Luego, juntamente con el sacerdote, venera el altar besándolo, y haciendo una inclinación profunda, se retira en el mismo orden en que había llegado” (IGMR 184-186). “Acabada la celebración de la Misa, el acólito y otros ministros, juntamente con el diácono y el sacerdote se dirigen procesionalmente a la sacristía de la misma manera y orden en que habían llegado” (IGMR 193).
- Ver nota #24.
: El sacerdote en la Misa
¿Cuándo se hace la monición de entrada?
(La Monición de entrada puede hacerse antes de la Antífona o Canto de Entrada o después del Saludo del Celebrante ). Antes de las Lecturas y del Evangelio –Se hace un breve comentario del mensaje central de cada lectura y del Evangelio, instando a escuchar atentamente la Palabra de Dios.
¿Cómo se llama la oración después de comulgar?
Oraciones para después de comulgar
- ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR
- Alma de Cristo, santifícame
- Cuerpo de Cristo, sálvame
- Sangre de Cristo, embriágame
- Agua del Costado de Cristo, lávame
- Pasión de Cristo, confórtame
- ¡Oh buen Jesús!, óyeme
- Dentro de tus llagas, escóndeme
- No permitas que me aparte de Ti
- Del maligno enemigo, defiéndeme
- En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti,
- Para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos.
- Amén.
- San Ignacio de Loyola encabeza el libro de los Ejercicios Espirituales con esta oración del Alma de Cristo.
- Es una oración antigua medieval, que ya aparece en varios códices del siglo XIV, a la que San Ignacio tenía una muy especial devoción.
- Pasión de Cristo, confórtame
- Y el buen hombre, encontraba su refugio en la Pasión de Cristo y en esta oración repitiéndola con piedad, en la dura trayectoria del cáncer que sufrió.
- Miradme, ¡Oh mi amado y buen Jesús!,
- Postrado ante vuestra divina presencia
- Os ruego y suplico,
- Con el mayor fervor de que soy capaz,
- Os dignéis grabar en mi corazón
- Vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad
- Verdadero dolor de mis pecados
- Y firme propósito de jamás ofenderos
- Mientras que yo,
- Con todo el dolor y compasión de que soy capaz,
- Voy considerando vuestras cinco llagas,
- Teniendo presente aquello que, de Vos,
- Dijo el santo profeta David
- “Han taladrado mis manos y mis pies
- y se pueden contar todos mis huesos”
- Con las condiciones acostumbradas, se puede lucrar indulgencia plenaria recitándola ante un Crucifijo después de comulgar.
- Y si quieres, besa el crucifijo después.
El sacerdote le dijo a su hija, al celebrar las exequias de su padre, que le conmovía cuando cada día veía a su padre repetir con piedad estas oraciones después de comulgar ante el crucifijo y besarlo después. Aquél gran hombre, eminente jurista, notario de profesión, que entregó su alma a Dios dejando tras de sí un surco de piedad, de amor y de entrega a su alrededor y que intentó trasmitir a sus nueve hijos el amor que tenía al Crucifijo.
- Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
- mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
- todo cuanto tengo y poseo
Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro.
- Disponed, Señor, según vuestra voluntad
- Dadme vuestro amor junto con vuestra gracia
- Y seré bastante rico
- No deseo otra cosa alguna,
- Oración con la que culminan los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.
Que buena costumbre repetir, con piedad, estas oraciones tras la Misa, después de la Comunión y lucrar cada día la indulgencia plenaria que se puede ganar y aplicarla por las almas del purgatorio, o por un difunto, o por uno mismo. Indulgencia plenaria que perdona todo reato de pena debida a los pecados cometidos y ya perdonados. Lo que si no se hace aquí, se hará en el purgatorio.
- Los días que precedieron a la muerte de una madre joven, que murió con 40 años y dejando 9 hijos, de 6 a 20 años, su hija la oía repetir, con piedad y devoción, estas oraciones.
- Que buen hábito es haberlas aprendido con la preparación para la Primera Comunión, y repetirlas después de comulgar cada día tras la Misa y así, llegar a insertarlas en la propia vida.
- Que buena costumbre seguir enseñándolas en la Preparación para la Primera Comunión a niños y mayores.
Hay una continuidad en el reguero de santidad. Esas oraciones del siglo XVI nos siguen ayudando ahora. Rosa Corazón : Oraciones para después de comulgar
¿Qué pasa con el pan y el vino en la consagración?
El momento de mayor unión espiritual con Dios Después del ofertorio, empieza la plegaria eucarística. Comienza con el prefacio que converge en el canto del Santo. El momento central de la plegaria es la Consagración. En ella se transforman el pan y el vino, que hemos ofrecido, en cuerpo y en sangre de Cristo.
¿Que se dice cuando el padre levanta el cáliz?
Es tradición rezar en silencio, cuando el cáliz es elevado, ‘ ¡Jesús mío, misericordia! ‘
¿Qué es lo que produce el cambio del pan y el vino y que se convierten en el momento central de la celebración eucarística?
Que nuestros corazones estén abiertos a Cristo en la Eucaristía Editora: Un estudio reciente realizado por Pew Research encontró que menos de un tercio de Católicos cree en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Para comenzar, ¿Qué es la Presencia Real? Obispo Vásquez: La Iglesia enseña que la Presencia Real es la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía bajo las especies o apariencias de pan y vino.
Durante la celebración de la Misa, los elementos del pan y el vino se convierten en Cristo, su cuerpo y su sangre. A través de la invocación del sacerdote del Espíritu Santo sobre esos elementos de pan y vino, Nuestro Señor Resucitado está verdaderamente presente durante la celebración de la Eucaristía.
Esta falta de comprensión de la Eucaristía, que es central para quienes somos Católicos, es profundamente inquietante. La Eucaristía está en el corazón de lo que creemos. Si en verdad, tantos Católicos ya no entienden el misterio de lo que hacemos en cada Misa, entonces nosotros, a quienes se nos ha encomendado enseñar a otros sobre la Eucaristía, hemos fallado.
Todos somos responsables de enseñar y vivir el misterio de la Eucaristía: padres, catequistas, sacerdotes y obispos. Debemos comunicar más efectivamente la verdadera presencia de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo en la celebración de la Misa. Editor: Transubstanciación es otra palabra que es mencionada en el mundo Católico ¿Qué significa esta palabra? Obispo Vásquez: Transubstanciación es la palabra que la Iglesia usa para describir que el pan y el vino se convierten en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo.
Las apariencias de pan y vino permanecen, es decir, el Señor en el altar puede parecer pan y puede saber a pan, pero a través del poder del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. Como el Concilio de Trento declaró en el siglo XVI, “por la consagración del pan y el vino se produce un cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre”.
- Editora: Como un sacerdote, díganos ¿cómo es participar en la consagración de estos dones? Obispo Vásquez: He sido sacerdote por 35 años ya y aún después de todos estos años, todavía me siento humilde cuando celebro Misa.
- Es verdaderamente algo que te hace sentir humilde que, al invocar que venga el Espíritu Santo sobre estos elementos de pan y vino, éstos serán transformados en el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo.
Algunas veces mientras me detengo a pensar sobre ello, me siento completamente abrumado sobre cómo yo, un hombre pecador, un hombre débil, soy capaz de hacer esto para la gente de Dios. Como sacerdotes, hemos sido llamados no por que seamos más santos o más especiales que otros, sino por que esa es la manera en que Cristo tenía la intención de que la Eucaristía continuara a lo largo del tiempo y la historia.
Él escogió a los apóstoles en esa noche santa durante la Última Cena cuando nos dio su cuerpo y su sangre en la Primera Eucaristía e instituyó el sacerdocio. De manera que aquellos de nosotros que hemos sido llamados al sacerdocio debemos celebrar la Eucaristía dignamente, con verdadera reverencia, amor y devoción para que la gente entienda que Cristo está verdaderamente presente.
Editora: La Eucaristía es la base de nuestra fe, y cuando recibimos la Eucaristía estamos, en verdad, recibiendo a Jesús ¿es correcto? Obispo Vásquez: ¡Si! La Eucaristía es el mayor tesoro de la iglesia; Está más allá de cualquier valor. Debemos recordar y comprender las palabras de Cristo en el Evangelio de Juan (6:54): “El que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”. Durante cada Misa, Cristo nos llama a reunirnos alrededor del altar para recibir su Cuerpo y su Sangre. A cada uno de nosotros nos corresponde preparar nuestros corazones y nuestros cuerpos para este gran regalo a través del ayuno eucarístico.
Todos los Católicos nos abstenemos de comer o beber, a excepción de tomar agua y medicina, durante una hora antes de recibir la Sagrada Comunión. Compartimos este entendimiento con nuestra gente al participar completamente en cada Misa, no por obligación sino por la anticipación de encontrar a Cristo.
Ayudamos a otros a comprender el misterio de la Eucaristía por cómo nos comportamos durante la celebración de la Misa. Nunca debemos darlo por sentado, ya que cada celebración de la Eucaristía conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, quien se entregó totalmente a nosotros por amor. Todos podemos ayudarnos unos a otros a fortalecer nuestro amor y respeto por la Eucaristía.
En el ofertorio, la comunidad parroquial lleva al altar los regalos del pan y el vino junto con nuestras oraciones, necesidades y alegrías. Ofrecemos todos estos regalos a Dios para que los pueda transformar. Presten atención a las palabras que el sacerdote reza en la consagración y la elevación de la Eucaristía, en este momento todo lo que hemos ofrecido se transforma en el mayor regalo de todos para nosotros, su Cuerpo y Sangre.
- E ditora: Como padres ¿Cuál es la mejor manera de explicar la Real Presencia a nuestros hijos(as)? Obispo Vásquez: Los niños aprenden con el ejemplo.
- La importancia que le damos a estar en la Misa y a participar plenamente, mostrando reverencia, comunica nuestra creencia en la Presencia Real mucho más que nuestras palabras.
Podemos mostrar a nuestros hijos dónde se encuentra Jesús en el tabernáculo, y podemos alentarlos a participar en la Misa y explicarles por qué hacemos una genuflexión, nos paramos y arrodillamos durante la Misa. Además, podemos proporcionar un buen ejemplo de cómo recibir el Cuerpo y Sangre de Cristo con reverencia y gratitud.
- Otra forma en que los padres y los catequistas pueden ayudar a los niños a experimentar la Presencia Real es a través de la exposición a la adoración.
- Visiten la iglesia, llévenlos al tabernáculo y oren con ellos.
- Explíquenles que Jesús está presente y que anhela que nos acerquemos a Él en oración.
- Cuando mi madre se convirtió al Catolicismo, lo que la atrajo a la Iglesia fue la verdadera presencia de Cristo.
Mi padre ya era Católico, así que antes de casarse, mi madre recibió instrucciones de un sacerdote para convertirse en Católica. Durante este tiempo, ella se entregó total y completamente a su fe. Se enamoró de Cristo y desarrolló una gran devoción por la Eucaristía.
- Ella creía de todo corazón que cuando recibió la Sagrada Comunión, recibió a Jesucristo, el Señor de su vida.
- Y ella nos transmitió esa devoción y amor a nosotros, sus hijos.
- Del mismo modo, los padres de hoy deben compartir su amor y pasión por Cristo con sus hijos.
- A los padres que ponen énfasis e importancia y estiman grandemente a la Eucaristía les resultará mucho más fácil explicar la Presencia Real a un niño o niña.
Cuando los padres no vienen a Misa con frecuencia, es mucho más difícil convencer a un niño(a) de la verdadera presencia de Cristo. Editora: ¿Cuál es su oración por nuestra Iglesia? Bishop Vásquez: Oro por que permitamos que el Espíritu Santo sea nuestro guía y nos guíe en nuestra fe.
Por que el Espíritu Santo abra nuestros corazones a un mayor amor y devoción hacia la Eucaristía. Que nuestro amor por la Eucaristía se fortalezca cada vez que celebremos la Misa. Que Cristo nos dé un hambre y una sed profundas por Él en la Eucaristía. Que podamos apreciar este precioso regalo siempre y que deseemos llevar a otros a una apreciación más profunda del santo sacrificio de la Misa.
Como dijo San Juan Pablo II, la Eucaristía hace a la iglesia y la iglesia hace a la Eucaristía. : Que nuestros corazones estén abiertos a Cristo en la Eucaristía
¿Cuál es el significado de transubstanciación?
F. Rel. En la doctrina católica, conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo.
¿Qué otro nombre se le da a la Eucaristía?
¿Qué es la eucaristía? – La eucaristía, también conocida como sagrada comunión, forma parte de la misa católica. Se trata de un sacramento, un ritual que la Iglesia considera que canaliza la gracia divina, inspirado en la última cena. Los participantes consumen pan y vino, que los católicos creen que literalmente se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesucristo durante la misa.
¿Cómo se llama el pan dado por Dios a los israelitas en el desierto?
«Los socialistas –con el Dios Pedro Sánchez a la cabeza–, tras su asalto al Gobierno, han empezado a regar el país con un dulce. envenenado» – 16/07/2018 Actualizado 17/07/2018 a las 08:39h. Según el libro del Éxodo, el maná era el pan enviado por Dios a los israelitas cada día durante los cuarenta años que estos deambularon por el desierto. Los israelitas lo llamaron así por el significado que le quisieron dar: «¿Qué es esto?».
- Pero, una vez «probado», sí entendían el «qué», «para qué» y «por qué».
- Porque era precisamente aquello que creían necesitar, porque así se lo hacían saber y, por tanto, necesitaban para seguir viviendo.
- Lo recibían a diario, excepto el día séptimo –sábado–, por lo cual debían recolectar doble ración el sexto día.
Pero no solo existen referencias bíblicas. También las hay de origen judío, donde hablan del maná como de aquel alimento con sabor y apariencia de aquello que uno más deseaba. Al final, todo cuadra. Pero hay más en torno al significado de la palabra y de su origen que ayuda a relacionarlo con el escenario político-económico actual aunque parezca un auténtico ejercicio de ciencia ficción.
- Algunos eruditos han dejado constancia a lo largo de la historia que el maná deriva de una palabra egipcia, «mennu», que significa «alimento».
- Y es que, por ejemplo, a finales del siglo XX, los árabes residentes en la península del Sinaí vendían la resina del árbol del tamarisco como «man esimma», que significa «maná celestial», una suerte de alimento dulce y aromático –como la miel–, que si bien no puede proporcionar la suficiente nutrición para que una población sobreviva durante largos periodos, «engancha» a corto.
Y no digo más. ¿Se van percatando de la relación? Pues bien, cual maná caído del cielo, los socialistas –con el Dios Pedro Sánchez a la cabeza–, tras su asalto al Gobierno, han empezado a regar el país con un dulce. envenenado. «Pan para hoy, hambre para mañana», como decía aquel.
Con su tradicional e histórica política de gasto para todos. ¡Barra libre que hay dulces a mansalva! ¿Lo echaban de menos? Créanme, lo vamos a echar. ¡pero de más! No hace ni mes y medio, cuando el flamante presidente del Gobierno era «solo» secretario general del PSOE y renegaba del proyecto de Presupuesto Generales del Estado elaborados por el Ejecutivo de Mariano Rajoy –al que ahora se abraza como si no hubiera un mañana tras ayudarle a convertirle en jefe del reino–, los socialistas presentaron un proyecto propio de cuentas públicas que elevaba el gasto en 8.000 millones de euros,
Ahora bien, para evitar descuadrar el déficit previsto por el entonces titular de Hacienda, Cristobal Montoro, el plan incluía subidas impositivas y de ahorro equivalentes a la misma cantidad, algunas de ellas tan difusas que, en su análisis por expertos de todos los colores, de ponerse en práctica, no garantizaban ese equilibrio entre ingresos y gastos prometido por su agrupación y descuadrarían más un déficit que este año, según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), será del 2,6%, cuatro décimas mayor que el previsto en los Presupuestos, y una décima menos, por cierto, que lo que ahora ha anunciado el Gobierno de Sánchez.
- El jueves mismo.
- Ante Bruselas.
- Y con el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, enfrente, antaño azote del_Ejecutivo Rajoy, pero hoy, sorprendentemente.
- ¿en línea con la postura socialista? Permítanme que lo dude.
- Cierto es que la propia Comisión Europea prevé que se desvíe 5 décimas por encima como estima ahora el Gobierno español, pero ya me cuentan que Europa no lo dejará pasar.
Les pidió ajustes al Ejecutivo anterior dado que se podría ir el déficit tras la subida de las pensiones pactadas con el PNV, y ahora ¿no va a exigirlos? Lo dicho, no me lo creo. Veremos qué ocurre en la semana entrante. Mientras tanto, Sánchez y los suyos, haciendo uso, y abuso, del pragmatismo permitido en exclusiva a los socialistas de pro, tiran de «chequera» y lanzan al aire globos sonda en busca de los votos perdidos.
Piensan que disponen de lo que resta de legislatura para hacerlo con éxito y se aprovechan de ello. Palabras y más palabras –¿vacías? es política, claro– que ya vendrán otros que arreen con el erial que se avista en el horizonte. Gasto social sufragado con impuestos a los malos –al capitalismo puro y duro, con la banca al frente – y con el tiempo, creen, a su favor.
Bueno, y por la falta de apoyos parlamentarios para huir del decretazo por el decretazo. No nos engañemos y pensemos en tiempos pasados. Los socialistas ponen de ejemplo el bienester de los países nórdicos, algo no comparable. Por más impuestos que impongan, y que permitan más gasto social, no tenemos ni el mismo tamaño de economía ni la misma renta per cápita.
¡Ya quisiéramos! La ministra de la fiscalidad dijo que empezará a desarrollar los nuevos tributos a los ricos a lo largo de las próximas semanas –¡basados en lo calculado por el equipo de Hacienda anterior !–, pero que tendrán vigencia a partir de 2019, ya que es necesario aprobar una ley específica para los nuevos gravámenes a tecnológicas y entidades financieras y la revisión de Sociedades se incluirá en los Presupuestos de ese año.
Y ya de paso les da tiempo a acabar la legislatura y haber buscado apoyos y entonces, Dios proveerá.