Para Que Vino Dios Al Mundo?
Ramón Cortés
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“El símbolo de Jesús y del lugar que ocupa en nuestros corazones debe ser una vida totalmente entregada a Su servicio, a amar y cuidar a los demás”. Cuando Jesús fue llevado ante Pilato, después de una obscura noche llena de odio, de insultos y de maltrato, el orgulloso Procurador romano rápidamente pudo darse cuenta de que éste no era un hombre común.
Jesús no manifestó ninguna actitud servil ni el falso valor característico de aquellos que suplicaban misericordia ante el poder del imperio de Roma; sino que permaneció en silencio ante el orgulloso romano; con la cabeza erguida, majestuoso, con porte dócil pero al mismo tiempo digno de un rey. “¿Luego, eres tú rey?”, inquirió Pilato ( Juan 18:37 ).
Jesús, el Rey de Reyes, cuyo Padre le hubiera dado “más de doce legiones de ángeles” ( Mateo 26:53 ) si tan sólo se lo hubiera pedido, cuya gloria y majestad trascendían cualquier cosa que Pilato o cualquier otro hombre hubiese podido comprender, respondió con sencillez: “Tú dices que yo soy rey.
- Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” ( Juan 18:37 ).
- Pilato, un hombre débil e indeciso, carente de integridad e indiferente a los principios correctos, replicó en tono cínico: “¿Qué es la verdad?” ( Juan 18:38 ).
- Luego, aunque no halló en Jesús ningún delito y además sabía con certeza que Él no era ningún agitador político ni una amenaza para el poder y la autoridad de Roma, Pilato cedió a la presión de la multitud sedienta de sangre, y entregó a Cristo a quienes lo irían a crucificar.
“Para esto he venido al mundo”. ¿Y qué era esto ? ¿Por qué Jesús, el Señor Dios omnipotente, que se sienta a la diestra del Padre, creador de mundos sin fin, legislador y juez, condescendió venir a la tierra para nacer en un establo, vivir la mayor parte de su existencia terrenal en la obscuridad, caminar por los polvorientos senderos de Judea proclamando un mensaje al que violentamente muchos se oponían, para ser al final traicionado por uno de Sus allegados más íntimos, y morir entre dos malhechores en la sombría colina del Gólgota? Nefi, que se glorió en “Jesús, porque él ha redimido mi alma del infierno” ( 2 Nefi 33:6 ) comprendía la motivación de Cristo: “Él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él” ( 2 Nefi 26:24 ).
- El amor que sentía por todos los hijos de Dios fue lo que llevó a Jesús, único en su perfección sin pecado, a ofrecerse como rescate por los pecados de los demás.
- Como dice la letra de un himno predilecto: “Pues el Señor Su vida dio y con Su sangre nos salvó” ( Himnos, N° 106).
- Ésa fue, entonces, la causa sublime que trajo a Jesús a la tierra a “sufrir y por los hombres a morir”.
Vino como “cordero sin mancha y sin contaminación” ( 1 Pedro 1:19 ) para expiar nuestros pecados para que Él, al ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a sí mismo a todos los hombres (véase 3 Nefi 27:14 ). Según las acertadas palabras de Pablo: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” ( 1 Corintios 15:22 ).
El símbolo de su triunfo sobre la muerte es la tumba vacía. Aquel al que “levantó Dios al tercer día” ( Hechos 10:40 ) desató las “ligaduras de esta muerte temporal, de modo que todos se levantarán” ( Alma 11:42, cursiva agregada) y lograrán “la victoria sobre la tumba” ( Mormón 7:5 ). En Él “el aguijón de la muerte es consumido” ( Mosíah 16:8 ).
No obstante, Jesús vino a traer no sólo la inmortalidad, sino también la vida eterna a los hijos de nuestro Padre. A pesar de que la Expiación de Cristo proporciona la resurrección de las personas de todo el universo, ya sea que lo merezcan o no, el don de la vida eterna, o sea la vida con el Padre y el Hijo, en Su presencia perfecta, está reservado para los fieles, para aquellos que manifiestan su amor por Cristo mediante su deseo de seguir Sus mandamientos y hacer convenios santos y guardarlos.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda”, nos recuerda Jesús, “ése es el que me ama” ( Juan 14:21 ). Tal como lo han declarado los profetas a través de los tiempos, únicamente si hacemos convenios sagrados y los guardamos, esos sagrados acuerdos celestiales entre Dios y el hombre, llegaremos a ser “participantes de la naturaleza divina” y escapar a “la corrupción que hay en el mundo” ( 2 Pedro 1:4 ).
Antes que nada, Jesús vino a la tierra como el Salvador expiatorio que murió para que todos pudiesen tener “paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero” ( D. y C.59:23 ). Sin embargo, vino también por otra razón: para servir como ejemplo para todos del potencial divino del hombre, la norma mediante la cual debemos medir nuestra vida.
- Aquel que proclamó Su divinidad a la mujer samaritona en el pozo de Jacob (véase Juan 4 ) nos exhorta a ser “aun como yo soy” ( 3 Nefi 27:27 ), a ser perfectos “como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” ( 3 Nefi 12:48 ).
- Desde lo más hondo de esa inefable perfección, Él nos hace el llamado de cuidar a los enfermos, a los pobres, a los afligidos, a orar y a sentir compasión hacia todos los hijos de Dios, porque “Dios no hace acepción de personas” ( véase Hechos 10:34 ).
Para Él no hay barreras de raza, género ni idioma: Según explicó Nefi: “a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios” ( 2 Nefi 26:33 ).
A aquellos de entre nosotros que se preguntan quién es nuestro prójimo, Él habló del buen samaritano; del pastor que dejó a sus noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la que se le había perdido; y del hombre que “hizo una gran cena” a la cual invitó “a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos” ( Lucas 14:16,21 ).
Jesús, el Maestro Supremo, a menudo enseñaba verdades eternas que extraía de las experiencias comunes de la vida. Una de esas lecciones tiene que ver con la necesidad que tenemos de dar con espíritu de sacrificio y con la verdadera intención de bendecir a los que sean menos afortunados que nosotros.
- Lucas anotó en el registro que cuando Jesús se sentó en el templo, observaba a los que ponían sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
- Algunos depositaban su obsequio con actitud piadosa y sinceridad de propósito, pero otros, aunque daban grandes sumas de plata y oro, lo hacían de manera ostentosa, principalmente para ser vistos de los hombres.
Entre las largas filas de donantes se encontraba una viuda pobre, quien depositó en el arca de las ofrendas todo lo que tenía, dos pequeñas monedas de bronce conocidas como blancas, que juntas sumaban menos que el valor de medio centavo en dinero americano.
Percatándose de la desproporción que había entre lo que ella dio y las ofrendas cuantiosas de algunos otros, Jesús proclamó: “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos”. Si bien el rico había dado de su abundancia, “ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” ( Lucas 21:1–4 ).
Jesús sabía que la cantidad que damos no es lo que importa. De acuerdo con la aritmética de los cielos, el valor lo determina la calidad y no la cantidad. Para Dios, lo que es aceptable es la intención del corazón y de la mente bien dispuesta (véase 2 Corintios 8:12 ).
- Jesús sentía un amor especial hacia los niños.
- Tanto en el viejo continente como en el nuevo, los exhortó a venir a Él (véase Lucas 18:16 ; 3 Nefi 17:21–24 ).
- En el registro nefita se encuentra asentado el dulce testimonio del tierno amor que Cristo tiene hacia los pequeñitos: “y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.
“Y cuando hubo hecho esto, lloró” ( 3 Nefi 17:21–22 ). Jesús sabía que los niños son puros y sin pecado, “si no os volvéis y os hacéis como niños”, dijo, “no entraréis en el reino de los cielos” ( Mateo 18:3 ). El rey Benjamín, el gran profeta nefita, explicó lo que significa llegar a ser como un niño: “sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él” ( Mosíah 3:19 ).
En un mundo en el que día a día presenciamos tanta indiferencia insensible hacia los menos afortunados, Jesús habló de la necesidad de dar de comer al hambriento, de dar de beber al sediento, de dar albergue al forastero, de vestir al desnudo y de visitar a los enfermos y a los encarcelados. En una de las pruebas más difíciles del ser un discípulo de Cristo, el Señor nos exhortó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” ( Mateo 5:44 ).
Nos recordó que al hacer actos de caridad en beneficio de los demás, incluso de aquellos que algunos consideran los “más pequeños”, “a mí lo hicisteis” (véase Mateo 25:35–45 ). Enseñó no sólo acerca de la obligación que tenemos de ayudarnos los unos a los otros temporalmente, sino también en cuanto a las consecuencias poderosas, eternas y espirituales que esto conlleva.
En verdad, todos Sus mandamientos, al final de cuentas, son espirituales y no sólo temporales. Por lo tanto, las Escrituras nos amonestan que “a fin de retener la remisión de pecados de día en día, para que sin culpa ante Dios de bienes al pobre, cada cual según lo que tuviere” ( Mosíah 4:26 ). Por tanto, a fin de cuentas, la mejor manera de manifestar nuestra devoción a Cristo y nuestro deseo de seguir Sus pasos es por la forma en que vivimos y le servimos.
El símbolo de Jesús y del lugar que ocupa en nuestros corazones debe ser una vida totalmente entregada a Su servicio, a amar y cuidar a los demás, a una consagración total a Cristo y a Su causa; a un renacimiento espiritual que produce “un gran cambio” en nuestros corazones y nos prepara para recibir “su imagen en rostros” ( Alma 5:13–14 ).
- El tomar el nombre del Señor sobre nosotros significa que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que Él requiera de nosotros.
- Alguien ha dicho que el precio de una vida cristiana es el mismo de siempre: es sencillamente dar todo lo que poseemos sin retener nada, ” todos pecados para conocer ” ( Alma 22:18 ).
Cuando no vivimos de acuerdo con las normas del Señor por pereza, indiferencia o iniquidad; cuando somos inicuos o crueles, egoístas, sensuales o frívolos; en cierto sentido estamos crucificando de nuevo al Señor. Cuando en todo momento nos esforzamos por ser lo mejor; cuando estamos al cuidado de los demás y les servimos; cuando superamos el egoísmo con el amor; cuando ponemos el bienestar de los demás antes que el nuestro; cuando llevamos las cargas los unos de los otros y ” con los que lloran”; cuando ” a los que necesitan de consuelo, y testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” ( Mosíah 18:8–9 ), es entonces que honramos al Señor, recibimos Su poder y llegamos a ser más y más como Él, haciéndonos más y más resplandecientes, si perseveramos, “hasta el día perfecto” ( D.
- Y C.50:24 ).
- No hay voz que pueda declarar, ni lengua que pueda proclamar la plenitud del ejemplo indescriptible de Cristo.
- Las palabras de Juan, el amado, dicen: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” ( Juan 21:25 ).
Termino en donde comencé, con las majestuosas palabras de Cristo a Pilato: “Para esto he venido al mundo”. Cuan agradecidos debíamos estar de que Él vino hace dos mil años, para expiar nuestros pecados y establecer el ejemplo para nuestras vidas. Nosotros proclamamos esa gran verdad a todo el mundo.
¿Cuando vino Jesucristo al mundo?
Ateniéndonos a los registros históricos, lo más seguro es situar el nacimiento de Jesús en vida de Herodes el Grande, alrededor del año 6 a.C.
¿Qué convirtio Dios en vino?
Inventan un Prosecco que se hace de manera artesanal añadiendo solo agua caliente – 21/10/2017 11:00 Actualizado a 17/09/2019 06:44 Todos los amantes del buen beber hemos soñado alguna vez con ser como Jesús en las bodas de Caná. Para quien no esté familiarizado con la Biblia, en ese pasaje (Juan 2:1-11) Jesús hizo llenar unas tinajas de agua Y las convirtió en vino.
- Convertir el agua en vino de manera fácil es algo soñado por el hombre desde hace siglos: es visto como un milagro.
- Pero llega un momento en la evolución que algunos milagros se pueden materializar gracias a la ciencia.
- Y convertir el agua en vino es ahora algo muy real.
- Fabrica tu propio vino”: así se anuncia en su packaging MySecco, que promete al consumidor la creación de su propio vino “premium” en un proceso que dura 14 días.
Para conseguirlo solo hay que poner agua caliente en la botella: todo lo demás viene con la botella. Después del agua, hay que añadir las bolsitas de levadura que vienen en el kit, agregar el “jarabe” que también incluye el pack y remover.14 días después MySecco se habrá convertido en un vino Prosecco, un vino espumoso de denominación italiana con sabor fresco y notas cítricas.
¿Cuál es la misión que Dios le ha dado al ser humano?
La Iglesia celebra este domingo la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, Se pone punto final al año cristiano, las celebraciones de la Iglesia acaban con esta solemnidad y el próximo domingo ya será el “Año Nuevo”, el Adviento, la preparación para la Navidad, la mirada de un futuro cercano que es el nacimiento de Cristo.
- Se pone punto final entonces a un ciclo de celebraciones que comenzaron con el nacimiento de Cristo, luego un tiempo ordinario, la preparación para la Celebración del Misterio Pascual y la celebración de la cincuentena pascual con un nuevo ciclo de tiempo ordinario.
- Lo que celebramos este domingo es que consideramos al Señor, Rey.
Él es el que está por encima de todos, sosteniéndonos a todos, al lado de todos y acompañándonos a todos, En las Lecturas de este domingo escucharemos en todas ellas una dimensión de Jesucristo como Rey del Universo. Escucharemos que Él vendrá al final de los tiempos como un Hijo de Hombre, con poder, gloria y majestad para reinar sobre todos los pueblos que lo acogerán,
Esta verdad, que será al final de los tiempos, tiene ya un anticipo en todos nosotros, también en este tiempo. Hoy la Iglesia sigue afirmando que Jesucristo es el Rey del Universo y amplía ese mensaje de la Iglesia con la predicación de los cristianos, Nosotros lo vivimos, lo celebramos y lo anunciamos así.
Y en un día como este lo metemos de manera especial en nuestra cabeza y corazón para vivirlo a lo largo de todo esto tiempo. En la Segunda Lectura vamos a escuchar como Dios reina sobre nosotros porque nos ama y nos perdona los pecados: la expresión del poder de Jesucristo es que nos ama.
Jesucristo, en su realeza, gobierna sobre nosotros como un amigo que nos perdona los pecados, Es una expresión de amistad muy potente. Hay un punto más importante todavía: desde dónde reina Jesucristo. Nos lo encontramos en el Evangelio: Jesucristo aparece como Señor delante de Pilato, en el momento de la Cruz y a punto de ser condenado a muerte,
Pilato le pregunta: “¿Tú eres rey?”. Y el Señor le responde: ” Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo “. Y es que Jesucristo viene a este mundo para construir el Reino de Dios y esa es la misión que nos ha dejado a cada uno de nosotros,
Pero nos enseña, con su muerte en la Cruz, desde donde reina Él, desde la entrega de la vida y desde el sacrificio, la expresión más alta del amor humano. Jesucristo nos expresa que nos quiere tanto que está dispuesto a sacrificarse por nosotros y a morir. Esta celebración de Jesucristo, Rey del Universo nos deja bastantes visiones.
Lo primero es que somos amigos del Rey, gente que lo sigue y que tiene la misión de anunciar y construir el Reino de Dios, Esta construcción tiene un camino bien claro: el del amor y el perdón. Tratar a todo el mundo bien y que puedan disfrutar de nosotros.
Esto implica un sacrificio y de alguna forma, hacer que Cristo reine, para nosotros es olvidarnos de nosotros mismos y hacer que los demás conozcan a Jesús. Es la culminación de la vida de un cristiano: somos amigos del Rey, trabajamos al servicio del Rey, construimos el Reino de Dios y sabemos que eso se hace desde la Cruz,
Ahora tenemos que hacernos una pregunta, ¿cómo Cristo reina en mi vida? ¿Qué expresiones hay en mi propio corazón que Jesús es el Rey de mi propia vida? Esa es la oración que tenemos que llevar a lo largo de esta semana. Ojalá que podamos responder a esta pregunta y si Jesucristo no reina en nuestro corazón por lo menos que podemos intentar que reine y después construir todo ese Reino de Dio al que Él nos invita.
¿Por qué Jesús tuvo que venir a la tierra?
“El símbolo de Jesús y del lugar que ocupa en nuestros corazones debe ser una vida totalmente entregada a Su servicio, a amar y cuidar a los demás”. Cuando Jesús fue llevado ante Pilato, después de una obscura noche llena de odio, de insultos y de maltrato, el orgulloso Procurador romano rápidamente pudo darse cuenta de que éste no era un hombre común.
- Jesús no manifestó ninguna actitud servil ni el falso valor característico de aquellos que suplicaban misericordia ante el poder del imperio de Roma; sino que permaneció en silencio ante el orgulloso romano; con la cabeza erguida, majestuoso, con porte dócil pero al mismo tiempo digno de un rey.
- ¿Luego, eres tú rey?”, inquirió Pilato ( Juan 18:37 ).
Jesús, el Rey de Reyes, cuyo Padre le hubiera dado “más de doce legiones de ángeles” ( Mateo 26:53 ) si tan sólo se lo hubiera pedido, cuya gloria y majestad trascendían cualquier cosa que Pilato o cualquier otro hombre hubiese podido comprender, respondió con sencillez: “Tú dices que yo soy rey.
Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” ( Juan 18:37 ). Pilato, un hombre débil e indeciso, carente de integridad e indiferente a los principios correctos, replicó en tono cínico: “¿Qué es la verdad?” ( Juan 18:38 ). Luego, aunque no halló en Jesús ningún delito y además sabía con certeza que Él no era ningún agitador político ni una amenaza para el poder y la autoridad de Roma, Pilato cedió a la presión de la multitud sedienta de sangre, y entregó a Cristo a quienes lo irían a crucificar.
“Para esto he venido al mundo”. ¿Y qué era esto ? ¿Por qué Jesús, el Señor Dios omnipotente, que se sienta a la diestra del Padre, creador de mundos sin fin, legislador y juez, condescendió venir a la tierra para nacer en un establo, vivir la mayor parte de su existencia terrenal en la obscuridad, caminar por los polvorientos senderos de Judea proclamando un mensaje al que violentamente muchos se oponían, para ser al final traicionado por uno de Sus allegados más íntimos, y morir entre dos malhechores en la sombría colina del Gólgota? Nefi, que se glorió en “Jesús, porque él ha redimido mi alma del infierno” ( 2 Nefi 33:6 ) comprendía la motivación de Cristo: “Él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él” ( 2 Nefi 26:24 ).
El amor que sentía por todos los hijos de Dios fue lo que llevó a Jesús, único en su perfección sin pecado, a ofrecerse como rescate por los pecados de los demás. Como dice la letra de un himno predilecto: “Pues el Señor Su vida dio y con Su sangre nos salvó” ( Himnos, N° 106). Ésa fue, entonces, la causa sublime que trajo a Jesús a la tierra a “sufrir y por los hombres a morir”.
Vino como “cordero sin mancha y sin contaminación” ( 1 Pedro 1:19 ) para expiar nuestros pecados para que Él, al ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a sí mismo a todos los hombres (véase 3 Nefi 27:14 ). Según las acertadas palabras de Pablo: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” ( 1 Corintios 15:22 ).
- El símbolo de su triunfo sobre la muerte es la tumba vacía.
- Aquel al que “levantó Dios al tercer día” ( Hechos 10:40 ) desató las “ligaduras de esta muerte temporal, de modo que todos se levantarán” ( Alma 11:42, cursiva agregada) y lograrán “la victoria sobre la tumba” ( Mormón 7:5 ).
- En Él “el aguijón de la muerte es consumido” ( Mosíah 16:8 ).
No obstante, Jesús vino a traer no sólo la inmortalidad, sino también la vida eterna a los hijos de nuestro Padre. A pesar de que la Expiación de Cristo proporciona la resurrección de las personas de todo el universo, ya sea que lo merezcan o no, el don de la vida eterna, o sea la vida con el Padre y el Hijo, en Su presencia perfecta, está reservado para los fieles, para aquellos que manifiestan su amor por Cristo mediante su deseo de seguir Sus mandamientos y hacer convenios santos y guardarlos.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda”, nos recuerda Jesús, “ése es el que me ama” ( Juan 14:21 ). Tal como lo han declarado los profetas a través de los tiempos, únicamente si hacemos convenios sagrados y los guardamos, esos sagrados acuerdos celestiales entre Dios y el hombre, llegaremos a ser “participantes de la naturaleza divina” y escapar a “la corrupción que hay en el mundo” ( 2 Pedro 1:4 ).
Antes que nada, Jesús vino a la tierra como el Salvador expiatorio que murió para que todos pudiesen tener “paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero” ( D. y C.59:23 ). Sin embargo, vino también por otra razón: para servir como ejemplo para todos del potencial divino del hombre, la norma mediante la cual debemos medir nuestra vida.
Aquel que proclamó Su divinidad a la mujer samaritona en el pozo de Jacob (véase Juan 4 ) nos exhorta a ser “aun como yo soy” ( 3 Nefi 27:27 ), a ser perfectos “como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” ( 3 Nefi 12:48 ). Desde lo más hondo de esa inefable perfección, Él nos hace el llamado de cuidar a los enfermos, a los pobres, a los afligidos, a orar y a sentir compasión hacia todos los hijos de Dios, porque “Dios no hace acepción de personas” ( véase Hechos 10:34 ).
Para Él no hay barreras de raza, género ni idioma: Según explicó Nefi: “a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios” ( 2 Nefi 26:33 ).
A aquellos de entre nosotros que se preguntan quién es nuestro prójimo, Él habló del buen samaritano; del pastor que dejó a sus noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la que se le había perdido; y del hombre que “hizo una gran cena” a la cual invitó “a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos” ( Lucas 14:16,21 ).
Jesús, el Maestro Supremo, a menudo enseñaba verdades eternas que extraía de las experiencias comunes de la vida. Una de esas lecciones tiene que ver con la necesidad que tenemos de dar con espíritu de sacrificio y con la verdadera intención de bendecir a los que sean menos afortunados que nosotros.
Lucas anotó en el registro que cuando Jesús se sentó en el templo, observaba a los que ponían sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Algunos depositaban su obsequio con actitud piadosa y sinceridad de propósito, pero otros, aunque daban grandes sumas de plata y oro, lo hacían de manera ostentosa, principalmente para ser vistos de los hombres.
Entre las largas filas de donantes se encontraba una viuda pobre, quien depositó en el arca de las ofrendas todo lo que tenía, dos pequeñas monedas de bronce conocidas como blancas, que juntas sumaban menos que el valor de medio centavo en dinero americano.
Percatándose de la desproporción que había entre lo que ella dio y las ofrendas cuantiosas de algunos otros, Jesús proclamó: “En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos”. Si bien el rico había dado de su abundancia, “ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” ( Lucas 21:1–4 ).
Jesús sabía que la cantidad que damos no es lo que importa. De acuerdo con la aritmética de los cielos, el valor lo determina la calidad y no la cantidad. Para Dios, lo que es aceptable es la intención del corazón y de la mente bien dispuesta (véase 2 Corintios 8:12 ).
- Jesús sentía un amor especial hacia los niños.
- Tanto en el viejo continente como en el nuevo, los exhortó a venir a Él (véase Lucas 18:16 ; 3 Nefi 17:21–24 ).
- En el registro nefita se encuentra asentado el dulce testimonio del tierno amor que Cristo tiene hacia los pequeñitos: “y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.
“Y cuando hubo hecho esto, lloró” ( 3 Nefi 17:21–22 ). Jesús sabía que los niños son puros y sin pecado, “si no os volvéis y os hacéis como niños”, dijo, “no entraréis en el reino de los cielos” ( Mateo 18:3 ). El rey Benjamín, el gran profeta nefita, explicó lo que significa llegar a ser como un niño: “sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él” ( Mosíah 3:19 ).
En un mundo en el que día a día presenciamos tanta indiferencia insensible hacia los menos afortunados, Jesús habló de la necesidad de dar de comer al hambriento, de dar de beber al sediento, de dar albergue al forastero, de vestir al desnudo y de visitar a los enfermos y a los encarcelados. En una de las pruebas más difíciles del ser un discípulo de Cristo, el Señor nos exhortó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” ( Mateo 5:44 ).
Nos recordó que al hacer actos de caridad en beneficio de los demás, incluso de aquellos que algunos consideran los “más pequeños”, “a mí lo hicisteis” (véase Mateo 25:35–45 ). Enseñó no sólo acerca de la obligación que tenemos de ayudarnos los unos a los otros temporalmente, sino también en cuanto a las consecuencias poderosas, eternas y espirituales que esto conlleva.
En verdad, todos Sus mandamientos, al final de cuentas, son espirituales y no sólo temporales. Por lo tanto, las Escrituras nos amonestan que “a fin de retener la remisión de pecados de día en día, para que sin culpa ante Dios de bienes al pobre, cada cual según lo que tuviere” ( Mosíah 4:26 ). Por tanto, a fin de cuentas, la mejor manera de manifestar nuestra devoción a Cristo y nuestro deseo de seguir Sus pasos es por la forma en que vivimos y le servimos.
El símbolo de Jesús y del lugar que ocupa en nuestros corazones debe ser una vida totalmente entregada a Su servicio, a amar y cuidar a los demás, a una consagración total a Cristo y a Su causa; a un renacimiento espiritual que produce “un gran cambio” en nuestros corazones y nos prepara para recibir “su imagen en rostros” ( Alma 5:13–14 ).
- El tomar el nombre del Señor sobre nosotros significa que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que Él requiera de nosotros.
- Alguien ha dicho que el precio de una vida cristiana es el mismo de siempre: es sencillamente dar todo lo que poseemos sin retener nada, ” todos pecados para conocer ” ( Alma 22:18 ).
Cuando no vivimos de acuerdo con las normas del Señor por pereza, indiferencia o iniquidad; cuando somos inicuos o crueles, egoístas, sensuales o frívolos; en cierto sentido estamos crucificando de nuevo al Señor. Cuando en todo momento nos esforzamos por ser lo mejor; cuando estamos al cuidado de los demás y les servimos; cuando superamos el egoísmo con el amor; cuando ponemos el bienestar de los demás antes que el nuestro; cuando llevamos las cargas los unos de los otros y ” con los que lloran”; cuando ” a los que necesitan de consuelo, y testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” ( Mosíah 18:8–9 ), es entonces que honramos al Señor, recibimos Su poder y llegamos a ser más y más como Él, haciéndonos más y más resplandecientes, si perseveramos, “hasta el día perfecto” ( D.
- Y C.50:24 ).
- No hay voz que pueda declarar, ni lengua que pueda proclamar la plenitud del ejemplo indescriptible de Cristo.
- Las palabras de Juan, el amado, dicen: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” ( Juan 21:25 ).
Termino en donde comencé, con las majestuosas palabras de Cristo a Pilato: “Para esto he venido al mundo”. Cuan agradecidos debíamos estar de que Él vino hace dos mil años, para expiar nuestros pecados y establecer el ejemplo para nuestras vidas. Nosotros proclamamos esa gran verdad a todo el mundo.
¿Dónde nació Dios?
El Lugar de Nacimiento de Jesús: Iglesia de la Natividad y ruta de peregrinación en Belén está situado a 10 km al sur de Jerusalén, en el lugar en el que los cristianos creen que nació Jesucristo.
¿Por qué el Hijo del Hombre vino?
S. Lucas 19:10-27 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que e | Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960) | Descargar la Biblia App ahora Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
- Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
- Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
- Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
- Y también a este dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
- Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
- Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
- Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
- Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí.
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Lucas 19:10-27 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que e | Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960) | Descargar la Biblia App ahora
¿Cuántos años tiene un Dios?
¿Cuántos años tiene Dios? (Parte 1) – Llaves del Cielo Leer:, “A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y y Z “. Hilda miró a su hermanito de tres años. “A ver, Carlitos, ahora hazlo tú”. Carlos tenía la apariencia de estar pensando intensamente.
¡A!”, grito, de repente y luego, después de una pausa, “¡Z!” “¡Puf!” Hilda se llevó las manos a la cabeza, como señal de frustración. Papá, que estaba observando todo, se empezó a reír. “Qué bueno que esto te dé gracia”, dijo Hilda. “Voy trabajando con él por una hora y no lo aprende”. “¿Por qué es tan importante que él sepa el abecedario ahora?”, preguntó Papá.
“Jenny y yo estamos en competencia”, respondió Hilda. “Estoy tratando de hacer que Carlitos aprenda el abecedario antes de que ella le enseñe a su perrito a sentarse y dar vueltas. Si Carlitos aprende el abecedario primero, yo podré elegir la película que veremos este fin de semana”.
Papá se rio y sacudió la cabeza. “Ustedes son chistosas”. Hilda se rio. “Sí, supongo que sí”. Se tomó la cabeza con las manos y suspiró. “Ayer Jenny me hizo una pregunta que me hizo sentir muy boba. Me preguntó cuántos años tiene Dios. No sabía qué decir”. Carlitos caminó hasta donde papá estaba sentado y él lo cargó, sentándolo en su regazo.
A qué vino Jesús al Mundo
“Bueno, Carlitos acaba de darte la respuesta”, le dijo Papá. Hilda lo miró, confundida. “Pero lo único que dijo fue ‘A, Z’. Ese no es un número”. “En la Biblia, Jesús dice que Él es el Alfa y Omega, el principio y el fin. Alfa y omega son la primera y las últimas letras del alfabeto griego, como nuestra A y Z.
- Dios de la A a la Z, como Carlitos acaba de decir.
- Él siempre existió y siempre existirá.
- No tiene edad”.
- Entonces, ¿Dios no tiene principio ni final?”, preguntó Hilda. “Así es”.
- Los ojos de papá brillaron.
- Y, sin embargo, Él nació y también murió”.
- Pero, espera, acabas de decir” Le tomó a Hilda un momento darse cuenta de lo que su papá se refería.
“Oh, ya entiendo. ¡Estás hablando de Jesús! Él nació como un bebé y murió en la cruz por nosotros”. Papá asintió. “Jesús es Dios, que es un ser eterno que no tiene principio ni fin, pero Él estuvo dispuesto a hacerse humano y morir por nosotros, para que podamos tener vida eterna”.
¡Guau!”, dijo Hilda. “¡En verdad Él sacrificó mucho para salvarnos!” – MELISSA YEAGLE DIOS NO TIENE PRINCIPIO NI FIN ¿Alguna vez te has preguntado cuántos años tiene Dios? A diferencia de los humanos y de todo lo demás, Dios no tiene una edad. ¡No hay un día en que Dios no haya existido! Pero, a pesar de que Él no tiene principio ni fin, aun así decidió nacer en la tierra y morir en la cruz, para que nosotros seamos salvos.
Él hizo ese sacrificio para que podamos estar con Él para siempre. [Mira “¿Has oído las Buenas Nuevas?” en la página 108). VERSÍCULO CLAVE: “YO SOY EL ALFA Y LA OMEGA”, DICE EL SEÑOR DIOS, “EL QUE ES Y QUE ERA Y QUE HA DE VENIR, EL TODOPODEROSO”. : ¿Cuántos años tiene Dios? (Parte 1) – Llaves del Cielo
¿Qué significa el milagro del vino?
La señal de Jesús de convertir el agua en vino alude a la purificación divina de Israel. El agua transformada proviene de «seis vasijas de piedra para los ritos judíos de purificación, cada una de las cuales tiene dos o tres metretas» (Juan 2:6).
¿Cuál es el mensaje de Cristo?
El Hijo Unigénito – Jesús enseñó que Él era el Hijo Unigénito. Él dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” ( Juan 3:16–17 ).
Dios el Padre afirmó esto. En la culminación de la sagrada experiencia en el Monte de la Transfiguración. Él declaró desde el cielo: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; a él oíd” ( Mateo 17:5 ). Jesús también enseñó que Su apariencia era la misma que la de Su Padre; les dijo a Sus apóstoles: “Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.
“Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?” ( Juan 14:7–9 ).
¿Cuál es la función del Dios Padre?
Historia y esperanza – Todo procede del amor y se encamina hacia él. Nuestro existir personal y colectivo, nuestra convivencia humana, atravesada por dramas y conflictos, está envuelta, a pesar de todo, en el amor trinitario. Cierto que los conflictos y las divisiones nos oscurecen, detrás de esa espesa cortina de lágrimas y fracasos, este amor.
La Iglesia, nacida de ese amor, vive inmersa -no al margen- en la historia humana queriendo ser “sacramento universal de salvación”, o “sacramento de la unidad de todo el género humano” como nos enseña el concilio Vaticano II. Una señal levantada en medio de las naciones indicando dónde está la salvación, cómo disfrutar de ella, quién y cómo nos la ofrece.
Y al venir de Dios, la misión de la Iglesia es universal como el corazón del Padre, como el abrazo del Crucificado, como el lenguaje del Espíritu. Esta historia en la que la Iglesia vive inmersa es, en cuanto proyecto, la historia del amor de Dios en favor de las personas y de los pueblos.
Historia dolorosa y gozosa, cargada de sufrimientos y de esperanza, es la historia de la Pasión de Dios por la humanidad, por la creación entera. Una historia hecha por el hombre y necesitada, por ello, de reconversión, de salvación, de plenitud. La misión de la Iglesia se confronta continuamente con la injusticia, con la violencia, con el pecado.
Entre luchas y oposiciones avanza el proyecto de Dios. La Trinidad no es un invento especulativo con el que algunos teologos hacen reflexiones muy sesudas pero incomprensibles o alejadas de la vida. La Trinidad es nuestra visión cristiana de Dios. Ha sido Jesús quien nos ha dicho que Dios es así: un abismo de amor, un don de amor gratuito e incondicional, un amor gozoso ofrecido a todos.
El Dios que Jesús nos revela en su predicación y con su vida es un Dios misericordioso, compasivo, tierno, sensible y atento al sufrimiento de los marginados, de los pobres. Un Dios reconciliador, deseoso de vencer todas las divisiones humanas, que nos quiere libres y nos invita a la comunión y a la fraternidad.
De este Dios arranca la misión: la del Hijo -Verbo encarnado-, la del Espíritu -constructor de unidad en la diversidad-, la de la Iglesia -“sacramento de la comunión de los hombres entre si y con Dios”-. La misión del Hijo y del Espíritu tienen su manantial en esa fuente de agua viva y fecunda que es el amor del Padre.
¿Qué es lo más importante que hizo Jesús?
Estos son los hechos históricos que marcaron un momento fundamental en la historia de la humanidad: la muerte en la cruz y la resurrección, a los tres días, del Hijo de Dios.